Flotilla Sumud: un desafío pacífico al bloqueo de Gaza que interpela al mundo entero


Flotilla Mundial Sumud Sidi Bou Said Túnez Túnez 07-09-2025
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Una travesía cargada de simbolismo

La Flotilla Sumud, también llamada Global Sumud Flotilla, zarpó rumbo a Gaza con un propósito claro y contundente: romper el bloqueo que Israel mantiene desde hace más de diecisiete años sobre este pequeño territorio palestino. No se trata únicamente de transportar ayuda humanitaria. La travesía constituye una declaración política de alcance mundial: la denuncia de un castigo colectivo que ha convertido a la Franja de Gaza en una cárcel a cielo abierto para más de dos millones de personas.

Los barcos transportan alimentos, medicinas y otros suministros esenciales. Pero lo más importante que llevan es un mensaje: la solidaridad internacional no se rinde, y la dignidad de los pueblos no puede ser aplastada por la fuerza de las armas. La Flotilla Sumud, cuyo nombre en árabe significa “perseverancia” o “resistencia pacífica”, es la expresión de un principio universal: ningún pueblo está solo cuando defiende su derecho a existir.

Quiénes integran la Flotilla Sumud

La flotilla está compuesta por cuatro embarcaciones. En ellas viajan más de doscientas personas de alrededor de treinta países. La composición es diversa y deliberadamente inclusiva: médicos, enfermeros, sindicalistas, parlamentarios, veteranos militares, religiosos, artistas, profesores universitarios y militantes de derechos humanos.

América Latina está representada. Argentina envió una delegación compuesta por militantes sociales y defensores de derechos humanos que ven en Gaza un espejo de las luchas propias contra el autoritarismo y la opresión. Brasil participa con activistas vinculados a movimientos campesinos y a la pastoral social de la Iglesia católica. México aportó representantes de colectivos estudiantiles y organizaciones humanitarias. También hay presencia de Chile, Uruguay y Colombia, con lo que el sur global se hace presente de manera nítida.

Una de las voces más resonantes proviene de Estados Unidos: ocho veteranos de guerra se embarcaron para denunciar lo que llaman “la complicidad criminal” de Washington en la ofensiva israelí sobre Gaza. Entre ellos se encuentran excombatientes de Irak y Afganistán, hombres y mujeres que ahora desafían la narrativa oficial de su país para ponerse del lado de las víctimas.

La presencia latinoamericana y estadounidense es particularmente significativa. Por un lado, muestra que la solidaridad con Palestina no es un fenómeno exclusivamente europeo o árabe. Por otro, pone en evidencia que incluso en las potencias que sostienen a Israel con armamento y cobertura diplomática existen sectores dispuestos a confrontar esa política.

El recuerdo del Mavi Marmara

Buque Mavi Marmara

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La historia de las flotillas solidarias no puede contarse sin detenerse en el Mavi Marmara. El 31 de mayo de 2010, este barco de bandera turca, que transportaba activistas y ayuda humanitaria hacia Gaza, fue interceptado en aguas internacionales por comandos israelíes. El asalto terminó en tragedia: nueve civiles murieron en el acto y uno más falleció años después a causa de las heridas recibidas. Decenas resultaron heridos y cientos fueron detenidos.

La condena internacional fue inmediata. Naciones Unidas, la Unión Europea y múltiples gobiernos denunciaron el uso desproporcionado de la fuerza. Turquía, hasta entonces aliado estratégico de Israel, rompió relaciones diplomáticas durante varios años. El Mavi Marmara quedó grabado en la memoria colectiva como símbolo de resistencia y martirio.

Cada nueva flotilla que zarpa revive ese recuerdo. La Sumud no es una excepción. Los activistas saben que enfrentan riesgos reales, pero también saben que el silencio es cómplice y que la memoria de quienes murieron en 2010 exige continuar el camino.

El bloqueo de Gaza: una cárcel a cielo abierto

Una niña camina dentro de Gaza para conseguir comida
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Desde 2007, Israel mantiene un bloqueo terrestre, marítimo y aéreo sobre la Franja de Gaza, con la colaboración de Egipto en el control de la frontera sur. El argumento oficial es que Hamas, que gobierna Gaza, constituye una organización terrorista y que restringir el ingreso de bienes es una medida de seguridad para impedir el tráfico dearmas.

La realidad, sin embargo, es otra. El bloqueo impide la entrada de materiales de construcción, de medicamentos, de combustible y de bienes básicos para la vida cotidiana. El desempleo supera el 50%. La mitad de la población es menor de 18 años y vive sin perspectivas de futuro. El acceso al agua potable es casi nulo y la infraestructura hospitalaria está colapsada.

Organizaciones como la ONU, la Cruz Roja y Amnistía Internacional coinciden en calificar el bloqueo como un castigo colectivo, prohibido por el derecho internacional humanitario. La Franja de Gaza, dicen, se ha convertido en “una prisión a cielo abierto”.

Por qué Israel insiste en que el bloqueo es legal

Israel sostiene que el bloqueo marítimo de Gaza está amparado por el derecho de autodefensa. Argumenta que, al encontrarse en “conflicto armado” con Hamas, puede restringir el ingreso de barcos para impedir la llegada de armamento. Según esta interpretación, las medidas aplicadas serían “legítimas” bajo la normativa internacional de conflictos bélicos.

Sin embargo, la Corte Internacional de Justicia, los relatores de la ONU y numerosas ONG han cuestionado ese razonamiento. La doctrina de seguridad no puede justificar el hambre ni la falta de medicinas para millones de civiles. La legalidad que Israel invoca se estrella contra el principio básico del derecho internacional: proteger a las poblaciones no combatientes.

Así, la insistencia en la “legalidad” del bloqueo refleja más una estrategia política que una realidad jurídica. En la práctica, Israel utiliza el bloqueo como herramienta de presión colectiva, debilitando la vida civil para erosionar el poder de Hamas, con el costo humano de toda una sociedad atrapada.

Voces de solidaridad y presión internacional

La Flotilla Sumud ha recibido muestras de apoyo en todo el mundo. En Italia, el gobierno padece a miles de personas en unas setenta ciudades del país que salen semana a semana a protestar en favor de Gaza y contra el genocidio. Ante esta situación, la primera ministra Giorgia Meloni del partido derechista Fratelli d'Italia ha hablado por primera vez de reconocer al estado de Palestina. Esto se debe, quizás, a que habrá elecciones en importantes regiones del país (Marche, Calabria, Toscana, Campania, Apulia y Veneto) y el tema Gaza puede hacerle perder las elecciones. Como en las naves viajan ciudadanos italianos y, entre ellos, algunos parlamentarios, el ministro de Defensa Guido Crosetto decidió enviar una nave militar, la Fasan, para ayudarlos si fuera necesario.

En España, diputados de varios partidos hicieron un llamado al gobierno para que interceda en defensa de los activistas. El gobierno español, según anunció el primer ministro Pedro Sánchez, también decidió destinar una nave de la marina española para asistir y proteger a las embarcaciones de la flotilla. El barco elegido es el Buque de Acción Marítima (BAM) Furor, que partió el del puerto militar de Cartagena "equipado con todos los medios". Este patrullero oceánico no solo acompañará a la flotilla sino que, llegado el caso, podrá "realizar algún rescate", dijo el presidente Sánchez.

En América Latina, parlamentos y organizaciones sociales expresaron su respaldo y denunciaron la complicidad de las potencias occidentales con el bloqueo.

Medios internacionales han seguido de cerca el desarrollo de la travesía. Telesur, La Jornada de México, EFE y otros medios en español destacan el carácter pacífico de la misión y la diversidad de sus integrantes. Incluso voces críticas dentro de Israel han cuestionado la pertinencia de seguir sosteniendo un bloqueo que multiplica el aislamiento diplomático del país.

El historial de flotillas solidarias

El Mavi Marmara fue el episodio más trágico, pero no el único. Desde 2008 hasta hoy, decenas de barcos han intentado llegar a Gaza. Algunos lograron atracar, como en 2008, cuando dos embarcaciones pequeñas rompieron el bloqueo por primera vez en años. Otros fueron interceptados y desviados a puertos israelíes, con activistas detenidos y luego deportados.

Cada travesía, incluso aquellas que no llegaron a destino, ha tenido un impacto mediático y político. Las flotillas mantienen la atención internacional sobre Gaza, visibilizan el carácter inhumano del bloqueo y refuerzan la idea de que la solidaridad internacional puede desbordar las fronteras impuestas por la ocupación.

Una preocupación para Israel

El gobierno israelí enfrenta un dilema. Si permite que la flotilla llegue a Gaza, corre el riesgo de sentar un precedente político que debilite su control. Si la intercepta violentamente, se expone a una condena internacional renovada. El recuerdo del Mavi Marmara pesa en la memoria colectiva y hace que cualquier acción represiva pueda transformarse en un escándalo global.

La presencia de ciudadanos europeos, latinoamericanos y estadounidenses multiplica el costo diplomático de una acción militar contra la flotilla. Israel sabe que un incidente con víctimas internacionales podría desatar una crisis en sus relaciones exteriores, especialmente en un contexto de creciente cuestionamiento a su ofensiva militar en Gaza.

El trasfondo humanitario y político

Más allá de la coyuntura, la Flotilla Sumud es parte de un movimiento histórico que cuestiona el orden internacional basado en la fuerza. Representa un reclamo ético contra el doble estándar con que las potencias aplican las leyes internacionales. La flotilla recuerda que no puede haber paz sin justicia, ni seguridad sin dignidad.

La travesía también es un espejo para los pueblos del sur global. América Latina, África y Asia conocen lo que significa la desigualdad, el colonialismo y la opresión. La solidaridad con Palestina no es solo un gesto humanitario: es el reconocimiento de una lucha que resuena con las memorias de nuestras propias resistencias.

Conclusión: un viaje que interpela al orden global

La Flotilla Sumud ya ha conseguido lo esencial: poner a Gaza en el centro del debate mundial, romper el cerco mediático y demostrar que la solidaridad internacional puede desafiar incluso a los bloqueos más férreos. El desenlace de este viaje aún es incierto, pero su impacto político y moral está asegurado.

Israel enfrenta una prueba de fuego: optar entre la represión violenta o aceptar que la solidaridad puede abrir un resquicio en su política de asedio. El mundo observa con atención, y cada milla recorrida por la flotilla multiplica el costo del silencio.

La voz que emerge desde el Mediterráneo resuena en todos los rincones: un llamado urgente, humano y político que ya no puede ser ignorado. La consigna es clara y debe repetirse sin descanso:

¡PAREN EL GENOCIDIO YA!

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