Netanyahu en la ONU: un discurso de odio que amenaza la paz mundial

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El primer ministro israelí defendió la ofensiva en Gaza con un mensaje belicista y cargado de provocaciones, mientras crecen las denuncias por crímenes de guerra.

Un escenario marcado por el aislamiento internacional

El discurso de Benjamin Netanyahu ante la Asamblea General de la ONU llegó en un momento de fuerte aislamiento para Israel. La ofensiva militar en Gaza ha dejado decenas de miles de muertos, la mayoría civiles, y ha provocado un desplazamiento masivo de la población palestina. En paralelo, numerosos países —incluidos varios de América Latina— han reconocido al Estado palestino como respuesta a la tragedia humanitaria y a la negativa de Israel a frenar la violencia.

Mientras tanto, las calles del mundo se llenan de manifestaciones solidarias con Palestina. Solo las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos y la Unión Europea, siguen dando cobertura diplomática y militar a Netanyahu. En este marco, la tribuna de la ONU se convirtió en un escenario en el que el primer ministro buscó justificar lo injustificable: la guerra permanente contra un pueblo ocupado.

La retórica de la guerra

Netanyahu habló de “terminar el trabajo” en Gaza, una frase que sintetiza el espíritu de su intervención. Textualmente afirmó: “Israel debe terminar el trabajo. No podemos permitirnos que el 7 de octubre vuelva a repetirse”.

Con esa consigna, presentó la ofensiva militar no como una tragedia humanitaria, sino como una misión necesaria, casi sagrada, contra Hamás. En su discurso no hubo reconocimiento al sufrimiento civil, ni un mínimo compromiso con un cese al fuego, ni apertura a una negociación política.

La construcción del enemigo absoluto

En la narrativa de Netanyahu, Palestina desaparece como pueblo. No existen mujeres, ancianos ni niños asesinados, sino únicamente “terroristas”. Por eso dijo: “No nos enfrentamos a un pueblo que busca la paz, nos enfrentamos a una organización terrorista que se esconde detrás de civiles”.

Esa construcción del enemigo absoluto es la que permite a Israel legitimar bombardeos indiscriminados, el bloqueo de ayuda humanitaria y la destrucción sistemática de infraestructura civil.

Niños entre edificios destruidos en Gaza.
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El negacionismo frente a las acusaciones

Las críticas internacionales por crímenes de guerra y genocidio fueron directamente ridiculizadas. Netanyahu preguntó al auditorio: “¿Acaso los nazis advirtieron a los judíos que abandonaran las ciudades antes de exterminarlos? ¿Acaso quienes cometen genocidio piden a la población civil que se aleje del peligro?”.

Ese pasaje fue calificado por analistas como un insulto a la memoria histórica y como una estrategia cínica para minimizar el impacto de la ofensiva en Gaza.

El apoyo del imperialismo occidental

La ONU fue testigo de un salón semivacío: decenas de delegados abandonaron la sala durante el discurso en señal de protesta. Pero el poder real no se juega en los aplausos del auditorio, sino en los despachos de Washington y Bruselas. Allí, el sionismo cuenta con aliados sólidos. Netanyahu reforzó esta idea al interpelar a los presentes: “¿Quién grita ‘Muerte a Estados Unidos’? Irán. ¿Quién grita ‘Muerte a Israel’? Hamás y Hezbolá. Son los mismos enemigos. Y deben ser derrotados”.

Con frases como esa buscó asociar la causa de Israel a la defensa de Occidente, reforzando su alianza estratégica con Estados Unidos.

Palestina y la memoria latinoamericana

Para los pueblos de América Latina, la causa palestina no es ajena. Nuestros países han sufrido en carne propia las consecuencias del imperialismo: dictaduras financiadas desde Washington, saqueo de recursos, persecución de movimientos populares. La lucha de Palestina resuena en esa memoria de resistencia, porque simboliza la dignidad de un pueblo que no se resigna a la opresión.

Netanyahu quiso presentar su guerra como una defensa de la civilización occidental frente a la barbarie. Pero esa narrativa es idéntica a la que usaron las potencias coloniales en África y Asia, y la misma que justificó la represión contra las luchas emancipadoras de nuestra región.

El peligro del proyecto de “La Gran Israel”

Más allá de la coyuntura de Gaza, lo que subyace en la política israelí es un proyecto de expansión territorial. El sueño de “La Gran Israel” implica un control absoluto sobre Jerusalén, Cisjordania y Gaza, y una presencia militar dominante en toda la región. Para alcanzarlo, la estrategia es clara: debilitar al pueblo palestino, fragmentarlo y empujarlo al exilio, hasta hacerlo desaparecer como sujeto político.

Ese plan se alimenta del respaldo de millonarios sionistas con influencia global, que financian campañas políticas, medios de comunicación y think tanks en Estados Unidos y Europa. El discurso de Netanyahu en la ONU no fue una improvisación: fue la puesta en escena de un proyecto geopolítico que amenaza la paz mundial.

La respuesta de los pueblos

Manifestaciones en todo el mundo por Palestina

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Frente a esa maquinaria bélica, la esperanza está en la movilización de los pueblos. Desde Buenos Aires hasta Santiago, desde Bogotá hasta Ciudad de México, la solidaridad con Palestina crece. Gobiernos latinoamericanos han roto relaciones diplomáticas con Israel o han denunciado la masacre en foros internacionales. Esa voz, aunque silenciada por los grandes medios, resuena con fuerza en la calle.

El discurso de Netanyahu buscó sembrar miedo y odio. Pero la historia demuestra que ningún imperio es eterno, y que los pueblos, tarde o temprano, conquistan su libertad. La causa palestina trasciende fronteras: es una lucha contra el colonialismo y por la dignidad humana.

Conclusión

El paso de Netanyahu por la ONU quedará registrado como un discurso de guerra, una defensa abierta de la violencia como única estrategia, y una afrenta a las víctimas que siguen cayendo en Gaza.

Lejos de buscar consensos, su intervención reforzó la idea de que Israel no cederá en su plan de ocupación, con el respaldo incondicional del imperialismo occidental.

En este escenario, la tarea de quienes creemos en un mundo multipolar, en la justicia y en la dignidad de los pueblos, es denunciar la masacre y apoyar activamente la causa palestina. Porque como decía Martí, “patria es humanidad”: la libertad de Palestina también es nuestra lucha.


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