Sahel en pie: Burkina Faso, Mali y Níger frente al neocolonialismo
En el corazón del Sahel, tres naciones han tomado una postura que desafía el orden geopolítico impuesto durante décadas por las potencias extranjeras. Burkina Faso, Mali y Níger, unidas hoy por una alianza político-militar sin precedentes, se han convertido en referencia para quienes defienden la soberanía política de los Estados africanos. Pero para comprender este presente hay que repasar sus historias, sus heridas coloniales, sus procesos de independencia y las razones que los han llevado a caminar juntos en el siglo XXI.
El Sahel, esa franja semidesértica que se extiende de costa a costa en África, es un territorio estratégico no solo por su ubicación geográfica, sino por su enorme riqueza en minerales, energía y rutas comerciales. Esta posición ha atraído a lo largo del tiempo a imperios, corporaciones y ejércitos extranjeros, que han visto en sus pueblos más una fuente de recursos que naciones soberanas.
Burkina Faso, conocido como Alto Volta hasta 1984, fue colonia francesa hasta su independencia en 1960. Sus primeras décadas estuvieron marcadas por gobiernos inestables y crisis económicas, hasta que en 1983 Thomas Sankara tomó el poder con un proyecto nacionalista, panafricanista y antiimperialista que transformó la identidad del país. Rebautizó la nación como Burkina Faso, “la tierra de los hombres íntegros”, impulsó la autosuficiencia alimentaria, rechazó el pago de la deuda externa y denunció abiertamente el neocolonialismo francés. Sankara fue asesinado en 1987 en un golpe liderado por Blaise Compaoré, quien dio marcha atrás a gran parte de sus políticas y acercó al país a Francia y a las instituciones financieras internacionales. Tras décadas de corrupción, Compaoré fue derrocado en 2014 y se exilió en Costa de Marfil, dejando un país empobrecido y dependiente. En 2022, el capitán Ibrahim Traoré asumió el liderazgo con un discurso directo contra la injerencia extranjera, anunciando una nueva era de soberanía y control sobre los recursos nacionales.
Mali, otra excolonia francesa, obtuvo su independencia en 1960 con Modibo Keïta al frente, quien impulsó un modelo socialista africano y un distanciamiento de las potencias occidentales. Su proyecto fue interrumpido por un golpe militar en 1968 que instauró un régimen alineado con Francia y el FMI. En las últimas décadas, Mali ha enfrentado crisis profundas: insurgencias armadas en el norte, la intervención militar francesa bajo la Operación Serval y Barkhane, y el avance de grupos yihadistas. La intervención extranjera, lejos de estabilizar el país, profundizó la violencia y la dependencia. En 2020 y 2021, dos golpes militares llevaron al poder al coronel Assimi Goïta, quien expulsó a las tropas francesas, denunció los acuerdos militares desventajosos y buscó alianzas estratégicas con países africanos y potencias no occidentales.
Níger, considerado clave para las potencias por sus enormes reservas de uranio —indispensables para la industria nuclear francesa—, fue también colonia de Francia hasta 1960. Durante décadas, su economía se mantuvo estructuralmente subordinada a los intereses de París. Gobiernos civiles y militares se alternaron, casi siempre bajo la tutela de acuerdos que beneficiaban a empresas extranjeras más que a la población. En 2023, un golpe militar encabezado por el general Abdourahamane Tiani destituyó al presidente Mohamed Bazoum, acusándolo de traicionar los intereses nacionales. Tiani denunció la explotación francesa del uranio y el control extranjero sobre la seguridad del país, anunciando una política exterior independiente y un giro hacia la cooperación con gobiernos africanos soberanistas.
La respuesta de las potencias occidentales fue rápida: sanciones económicas, amenazas diplomáticas y presión militar. Pero lejos de aislarlos, Burkina Faso, Mali y Níger decidieron unir fuerzas en septiembre de 2023 bajo la llamada Alianza de Estados del Sahel (AES), una coalición que no es solo defensiva, sino que busca construir un bloque político y económico capaz de resistir la presión externa. Los tres gobiernos comparten un ideario basado en el control de sus recursos naturales, el rechazo a la tutela de antiguas potencias coloniales, la integración africana y la recuperación de una identidad política propia.
Hoy, el Sahel se ha convertido en uno de los principales frentes de la disputa global por la soberanía. La AES no es un satélite político de ninguna potencia extranjera; busca orbitar por su cuenta, estableciendo vínculos estratégicos con quienes respeten su independencia. En palabras recientes de Ibrahim Traoré: “África debe dejar de ser el patio trasero de nadie. Somos dueños de nuestro suelo y de nuestro futuro”. El camino que han elegido Burkina Faso, Mali y Níger es incierto y lleno de amenazas, pero también es un acto de afirmación histórica frente a siglos de saqueo. El desenlace de esta alianza será una prueba crucial para saber si el continente puede romper, de una vez por todas, las cadenas que lo atan a un sistema internacional que lo ha tratado como proveedor, no como socio.
Palabras que desafían al neocolonialismo: las voces del Sahel en su lucha por la soberanía
Ibrahim Traoré, presidente de Burkina Faso, ha sido claro y contundente en sus discursos: “No permitiremos que nuestro suelo sea usado para beneficio de otros. África debe ser dueña de sus recursos y de su destino. La presencia extranjera que solo trae conflictos y saqueo no es bienvenida. Defenderemos nuestra independencia con todas nuestras fuerzas.”
Assimi Goïta, líder de Malí, no duda en denunciar la continuidad del neocolonialismo disfrazado: “Nuestra lucha no es contra ningún pueblo, sino contra las estructuras que nos mantienen en dependencia. El imperialismo se disfraza de ayuda, pero es un caballo de Troya que debemos rechazar. El pueblo maliense quiere vivir en paz, pero esa paz solo llegará cuando seamos dueños de nuestras decisiones.”
Abdourahamane Tchiani, presidente de Níger, resalta la importancia de la unidad regional y la autodefensa: “Ni Francia ni ningún otro país decidirá por nosotros. Nuestros recursos son para nuestro pueblo, no para enriquecer a empresas extranjeras. La alianza con nuestros hermanos de Burkina Faso y Malí es la garantía de que África podrá construir un futuro sin tutelas.”
Estas declaraciones no son solo palabras. Son una declaración de guerra contra el neocolonialismo y una reafirmación de la soberanía como base indispensable para la dignidad y el desarrollo. En un mundo donde la política internacional a menudo se juega en términos de poder y recursos, los líderes del Sahel han decidido dar la batalla con coraje, haciendo eco de la histórica voz de Thomas Sankara: “Luchar por la soberanía es luchar por la vida misma.”


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