TikTok, el acuerdo entre China y Estados Unidos: ¿fin de la disputa o inicio de una nueva etapa?

 

La reciente negociación entre Washington y Pekín sobre TikTok abre un capítulo clave en la guerra tecnológica global y redefine los límites de la soberanía digital.

Logo de TikTok
Imagen: Commons.wikimedia

La plataforma TikTok, convertida en un fenómeno cultural global, ha sido durante años el epicentro de una disputa geopolítica entre China y Estados Unidos. Lo que parecía un simple conflicto por una aplicación de entretenimiento terminó revelando el trasfondo más profundo: la pugna por el control tecnológico, los datos de millones de usuarios y la capacidad de influir en la opinión pública mundial. El reciente acuerdo alcanzado entre Washington y Pekín no cierra la cuestión, sino que abre un nuevo capítulo que merece ser analizado en detalle.

Desde su creación, TikTok mostró una diferencia estructural con respecto a las grandes plataformas occidentales. ByteDance, la empresa china que lo fundó, lanzó primero Douyin en 2016 para el mercado interno, sometido a las regulaciones y la censura propias de Pekín. En 2017, se lanzó TikTok como la versión internacional, y al año siguiente ByteDance compró Musical.ly, una app muy popular entre adolescentes en Estados Unidos y Europa. Esa fusión fue decisiva: el algoritmo de recomendación de ByteDance convirtió a TikTok en la red social más influyente de la nueva generación, desplazando en poco tiempo a Facebook, Instagram y YouTube.

El ascenso de TikTok encendió alarmas en Washington. No se trataba solamente de un producto chino que triunfaba en el mercado estadounidense, sino de una plataforma capaz de recopilar datos de millones de usuarios y de moldear sus hábitos de consumo cultural y político. En 2020, Donald Trump intentó prohibir TikTok en Estados Unidos, bajo el argumento de que representaba una amenaza a la seguridad nacional. También buscó que la empresa fuera vendida a compañías estadounidenses, aunque las iniciativas quedaron bloqueadas en los tribunales.

El contraste con China era evidente. Mientras Douyin seguía funcionando bajo control estricto del Estado, con límites horarios para menores y contenidos ajustados a los objetivos del gobierno, TikTok conquistaba Occidente con un algoritmo independiente del control estadounidense. Washington veía así cómo Pekín imponía un modelo asimétrico: mercado cerrado en China, expansión libre en Occidente.

Con Joe Biden la presión no se detuvo. Varios estados prohibieron la aplicación en dispositivos oficiales y se debatió en el Congreso una ley para forzar a ByteDance a vender TikTok. La aprobación en 2024 del Protecting Americans from Foreign Adversary Controlled Applications Act estableció que cualquier aplicación controlada por un país adversario debía ser vendida o prohibida. TikTok quedaba directamente alcanzada por esa legislación.

El giro se produjo hace pocos días, cuando se anunció un acuerdo marco entre Estados Unidos y China para que las operaciones estadounidenses de TikTok pasen a manos mayoritariamente norteamericanas. Según lo revelado, ByteDance mantendría una participación minoritaria, inferior al 20 por ciento. Oracle y otros inversores estadounidenses controlarían la nueva entidad, encargándose también de la seguridad de datos y del manejo del algoritmo en territorio estadounidense. La operación se valora en unos catorce mil millones de dólares y Donald Trump firmó una orden ejecutiva para habilitar la transición sin que la aplicación fuera bloqueada de inmediato.

Este entendimiento no estuvo exento de tensiones. El control del algoritmo, pieza central de TikTok, sigue siendo un tema sensible. Washington pretende asegurarse de que la versión estadounidense no esté bajo influencia de Pekín, mientras que China ha advertido que revisará con cuidado las transferencias tecnológicas y la propiedad intelectual involucrada. El acuerdo ha sido presentado como un beneficio mutuo, aunque tanto en el Congreso estadounidense como en algunos sectores chinos persisten dudas y resistencias.

Más allá de los detalles técnicos, el trasfondo es claro: la guerra tecnológica entre China y Estados Unidos entró en una nueva etapa. TikTok es el primer caso en el que una empresa china conquista el espacio digital occidental, algo que hasta hace pocos años parecía imposible. Para Pekín, representa un triunfo en su estrategia de poder blando global; para Washington, un riesgo inaceptable de que una potencia rival controle la atención y la información de millones de jóvenes.

El acuerdo alcanzado evita, por ahora, la prohibición de TikTok en Estados Unidos y garantiza su continuidad bajo un marco legal que satisface a la Casa Blanca. Sin embargo, no resuelve la competencia de fondo: quién controlará las infraestructuras digitales del siglo XXI, cómo se regularán los datos y qué país impondrá sus reglas en la batalla por la soberanía tecnológica. La disputa por TikTok es apenas un episodio de un enfrentamiento mucho más amplio, que definirá la arquitectura de poder en la era digital.


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