Cuando las máquinas trabajen: la “Asignación Universal” del futuro y la batalla por la dignidad humana

 

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El fin del trabajo tal como lo conocimos

El mundo se encamina hacia una transformación sin precedentes. La automatización, la inteligencia artificial y la robotización avanzan sobre todos los oficios y profesiones. Desde el obrero que fabrica autos hasta el contador, el traductor o el chofer, todos sienten que la tecnología les respira en la nuca.

Lo que alguna vez fue el orgullo de la clase trabajadora —el empleo estable, el salario digno, la seguridad social— hoy parece una reliquia de otro tiempo. Las grandes corporaciones tecnológicas concentran la producción y las ganancias, mientras millones de personas quedan fuera del sistema.

En ese contexto, surge una pregunta que inquieta a economistas, gobiernos y filósofos: ¿cómo viviremos cuando el trabajo deje de ser la principal fuente de ingresos?

La respuesta que muchos empiezan a dar se llama Renta Básica Universal —o, en su versión más local, “Asignación Universal”—: un ingreso garantizado para todos, simplemente por el hecho de existir.

¿Qué es la Renta Básica Universal?

La propuesta consiste en que cada ciudadano reciba una suma fija de dinero de manera periódica, sin condiciones, sin depender del trabajo formal ni de subsidios temporales.

La idea central es separar el derecho a vivir dignamente del hecho de tener un empleo. Si las máquinas hacen el trabajo, entonces la riqueza que generan debe repartirse entre todos los seres humanos.

No se trata de caridad, sino de justicia distributiva en una economía automatizada. En lugar de que la productividad se concentre en pocas manos, la Renta Básica busca socializar el fruto de la tecnología.

Los nuevos amos del trabajo

Empresas como Google, Amazon, Microsoft, Tesla o Meta son los grandes arquitectos de esta nueva era. Cada avance en inteligencia artificial significa millones de empleos menos, pero también millones de dólares más para sus accionistas.

El sistema capitalista, tal como lo conocemos, se enfrenta a una contradicción: cada vez produce más, pero necesita menos trabajadores. Si la gente no trabaja, no consume; y si no consume, las ganancias se detienen.

Por eso, en los centros de poder mundial, la Renta Básica Universal aparece como una posible solución: una forma de garantizar consumo mínimo en un mundo sin empleo masivo.

Pero detrás de ese discurso de “modernidad y progreso” se esconde otra pregunta:
¿será esta asignación un acto de justicia o un nuevo mecanismo de control?

Los experimentos del Norte

La idea no es nueva. Desde los años 60, economistas de distintas corrientes la propusieron. Milton Friedman, desde la derecha liberal, la veía como una simplificación del Estado; James Tobin, desde el keynesianismo, la entendía como una protección social.

En Finlandia, entre 2017 y 2018, se realizó un experimento nacional con resultados positivos: los beneficiarios se sintieron más libres y menos estresados. En Estados Unidos, el empresario Andrew Yang la propuso como bandera política frente a la ola de automatización.

Y durante la pandemia, muchos países aplicaron ayudas directas que funcionaron como una versión temporal de la Renta Básica. Fue un anticipo del futuro: millones de personas viviendo gracias a una transferencia mensual del Estado.

Los argumentos a favor

  1. Dignidad sin condiciones: todos tendrían garantizado un piso mínimo de bienestar.

  2. Justicia tecnológica: si las máquinas reemplazan el trabajo humano, su productividad debe beneficiar a la humanidad, no solo a los dueños del capital.

  3. Tiempo liberado: con la supervivencia asegurada, las personas podrían dedicarse al arte, al cuidado, al estudio, a los vínculos y a la vida comunitaria.

  4. Reducción de la pobreza estructural: eliminaría la indigencia y disminuiría la desigualdad.

En resumen, la Renta Básica promete un nuevo pacto social en el que el ser humano deje de ser esclavo del salario.

Los riesgos y las trampas

Pero también hay una versión oscura.
Si esta “Asignación Universal” es gestionada por los mismos poderes que hoy gobiernan el mundo financiero y digital, podría transformarse en una herramienta de control social sin precedentes.

Imaginemos un ingreso digital, depositado en una billetera virtual del Estado o de una gran corporación. Ese dinero podría:

  • bloquearse si el ciudadano protesta,

  • limitarse si compra “demasiado” o “lo incorrecto”,

  • condicionarse al buen comportamiento social,

  • o incluso desaparecer si el sistema así lo dispone.

Sería el sueño del capitalismo digital: una población dócil, dependiente de una asignación controlada desde un algoritmo.

Por eso, la Renta Básica puede ser un instrumento de emancipación o de dominación, según quién la financie, quién la administre y con qué fines se implemente.

América Latina: el desafío de la soberanía

En nuestra región, donde la desigualdad es estructural y la riqueza natural abunda, el debate adquiere otro sentido.

Si la Renta Básica Universal se financia con los recursos del país —la renta del litio, del gas, del petróleo, de la pesca, del cobre o de la biodiversidad—, puede ser una herramienta de soberanía popular.
Pero si proviene de créditos del FMI o de monedas digitales emitidas desde Washington o Bruselas, se convertirá en una nueva forma de dependencia.

La batalla, entonces, no será solo económica sino política y cultural:
¿será la Renta Básica Latinoamericana una conquista del pueblo o un nuevo collar del capital?

El horizonte que viene

El capitalismo digital avanza hacia un modelo en el que unos pocos controlan la energía, los datos y la inteligencia artificial.
El resto de la humanidad —sin empleo estable ni propiedad sobre los medios de producción— dependerá de una transferencia mensual para sobrevivir.

La pregunta es quién escribirá las reglas de ese mundo:

  • ¿los pueblos libres, que decidan distribuir el fruto de la tecnología con justicia?,

  • ¿o las corporaciones globales, que usarán la asignación universal como un modo de garantizar la obediencia?

La asignación universal del futuro puede ser la puerta a una nueva etapa de libertad o la antesala de una sociedad de esclavos digitales.

Conclusión: el derecho a vivir con dignidad

Cuando las máquinas trabajen por nosotros, la humanidad deberá decidir qué significa vivir.
La tecnología puede liberar o someter, y la Renta Básica será el campo de esa disputa.

Si se construye desde abajo, desde los pueblos, con soberanía, justicia y equidad, será una conquista histórica de la humanidad.
Pero si nace desde los laboratorios del poder financiero, será la limosna digital de un nuevo orden mundial.

La elección aún está abierta.
Dependerá de nosotros —los del Sur, los que aún creemos en la dignidad y la libertad— decidir de qué lado de la historia queremos.

Fuentes

Guy Standing, La Renta Básica: Un derecho para todos y para siempre, Editorial Ariel, 2018.

Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, Renta Básica: Una propuesta radical, Paidós, 2019.

CEPAL, “Renta Básica Universal: una propuesta para América Latina y el Caribe”, 2022.

OIT, “El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe”, 2020.

Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia, Paidós, 2020.

BBC Mundo, “Qué aprendió Finlandia del experimento de la renta básica”, 2019.

The Guardian (edición en español), “Los resultados del ensayo de renta básica en Finlandia”, 2018.

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