De Panamá a Tierra del Fuego: la nueva disputa por las rutas bioceánicas del continente americano


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El tablero marítimo del siglo XXI

El mapa del poder global ya no se dibuja en los despachos diplomáticos ni en los campos de batalla, sino en los océanos. Las rutas marítimas se han convertido en los verdaderos nervios del mundo globalizado: por ellas circula el comercio, la energía, la tecnología y, en definitiva, la soberanía de los pueblos. Quien controla los pasos interoceánicos domina los flujos vitales del sistema. Por eso, el Canal de Panamá, el Estrecho de Magallanes y las rutas bioceánicas que cruzan Sudamérica son hoy piezas centrales de una nueva disputa entre potencias.


El Canal de Panamá: de enclave chino a reconquista financiera estadounidense

Durante más de dos décadas, los puertos que flanquean el Canal de Panamá —Balboa en el Pacífico y Cristóbal en el Atlántico— fueron administrados por la empresa hongkonesa CK Hutchison Holdings, vinculada a intereses chinos. Era una jugada estratégica: sin necesidad de controlar el canal en sí, Pekín lograba una posición privilegiada sobre la logística que lo rodea. A través de esos puertos pasaban buques, mercancías y datos, todos bajo la órbita de empresas conectadas con la expansión económica china en América Latina.

Pero el tablero cambió. En 2025, el fondo estadounidense BlackRock —símbolo del poder financiero global y engranaje del sistema económico de Washington— adquirió el 90% de Panama Ports Company, desplazando a la empresa china. No fue una simple operación comercial: fue una "reconquista geoeconómica".

Sin un solo disparo ni tratado, Estados Unidos recuperó el control operativo de los puertos más importantes del continente.

Detrás de la maniobra se esconde algo más profundo: el regreso de Washington a su tradicional esfera de influencia, bajo una lógica actualizada. Ya no se trata de intervenciones militares, sino de una colonización por capital y contratos. El dominio se ejerce a través de fondos, consultoras y sistemas financieros. Panamá, una vez más, vuelve a ser el punto donde se cruzan los intereses del norte con la soberanía de América Latina.


El nuevo frente sur: Tierra del Fuego y el control del Atlántico Sur

Mientras consolida su poder en el istmo, Estados Unidos proyecta su mirada hacia el otro extremo del continente: Tierra del Fuego. No se trata de un interés nuevo. Desde la Segunda Guerra Mundial, los estrategas norteamericanos consideran al sur de Sudamérica como una zona clave para el control del Atlántico y el acceso a la Antártida.

Hoy, en un contexto de crisis energética, disputa tecnológica y escasez de recursos naturales, el extremo austral cobra un valor aún mayor. Allí convergen reservas de gas, petróleo y agua dulce; y, sobre todo, rutas marítimas que podrían convertirse en alternativas al Canal de Panamá. El Estrecho de Magallanes, aunque menos transitado, sigue siendo un corredor natural entre océanos. Controlar o influir sobre esa zona significa tener la llave de paso del hemisferio sur.

Por eso, la posibilidad de una base militar norteamericana en Tierra del Fuego —ya sea bajo forma directa o mediante acuerdos logísticos y científicos— no debe verse como un hecho aislado. Forma parte de una misma estrategia: asegurar la presencia en los puntos neurálgicos que conectan los océanos y rodean al continente sudamericano.


Las rutas bioceánicas y la guerra de los corredores

En el centro del continente, otro frente se abre. China impulsa el Corredor Bioceánico Central, que uniría Brasil, Paraguay, Argentina y Chile mediante trenes y carreteras que conectan el Atlántico con el Pacífico. A eso se suman el puerto de Chancay en Perú —una inversión estratégica china en el Pacífico— y varios proyectos ferroviarios que buscan acortar distancias y crear un flujo comercial sin pasar por Panamá.

Estados Unidos observa con inquietud ese avance. Si China logra consolidar un eje terrestre que una los dos océanos, el dominio marítimo estadounidense perdería su exclusividad. De ahí la ofensiva por retomar los puertos panameños y proyectar influencia en el sur. Se trata de impedir que el continente desarrolle corredores autónomos que conecten el Atlántico y el Pacífico sin pasar por su control.


Panamá y Tierra del Fuego: los dos extremos de una misma pinza

Vistos desde el mapa, Panamá y Tierra del Fuego forman una pinza sobre Sudamérica. Desde el norte, Washington refuerza su presencia financiera y logística; desde el sur, busca presencia militar y estratégica. En el medio, la región se debate entre dos proyectos: uno de integración continental autónoma y otro de dependencia geopolítica.

La lógica es clara: quien domine los extremos del continente controla los flujos comerciales, energéticos y tecnológicos de toda Sudamérica. Es un juego de largo plazo donde los actores son los mismos de siempre, aunque con nuevos instrumentos: fondos de inversión, acuerdos de seguridad, tratados de libre comercio y bases “científicas” que en realidad funcionan como plataformas de vigilancia.


Argentina y la disyuntiva estratégica

En ese contexto, Argentina ocupa un lugar decisivo. Su posición geográfica le otorga acceso directo al Atlántico Sur, al Estrecho de Magallanes y a la proyección antártica. Pero su política exterior oscila entre la búsqueda de soberanía y la subordinación a las agendas externas.

Aceptar una base extranjera en el sur o ceder el control logístico de sus corredores significa entregar, de hecho, su capacidad de decisión sobre el futuro económico y territorial del país.

La alternativa es construir una visión sudamericana conjunta, que recupere el sentido original de los proyectos integradores: unir los océanos, pero bajo una lógica de **soberanía continental**, no de ocupación.


Las rutas del futuro y la soberanía continental

El siglo XXI no será dominado por quien tenga más armas, sino por quien controle los flujos: de comercio, de energía, de datos y de alimentos. Panamá y Tierra del Fuego son los vértices de esa disputa. Entre ellos se juega el destino logístico, económico y político de América del Sur.

La pregunta no es si Estados Unidos o China ganarán la batalla, sino si los pueblos latinoamericanos serán espectadores o protagonistas.

El desafío es entender que la soberanía no se defiende solo en los discursos, sino en los puertos, los ferrocarriles y los corredores bioceánicos donde se decide el rumbo del continente.


Fuentes

1. El Economista (México) – “BlackRock tendrá dos puertos en el Canal de Panamá” (4 de marzo de 2025).

2. La Estrella de Panamá – “El papel estratégico de los puertos de Balboa y Cristóbal” (15 de febrero de 2024).

3. BBC Mundo – “Por qué el Canal de Panamá sigue siendo clave para Estados Unidos y China” (14 de septiembre de 2023).

4. Página/12 (Argentina) – “Tierra del Fuego, base estratégica y disputa por el Atlántico Sur” (12 de abril de 2024).

5. América Economía – “El corredor bioceánico sudamericano y la competencia China–EE.UU.” (21 de agosto de 2023).

6. Infobae – “Estados Unidos busca mayor presencia en el Atlántico Sur y la Antártida” (9 de enero de 2024).

7. El País (España) – “La pugna entre China y Estados Unidos por el control logístico de América Latina” (10 de junio de 2024).

8. La Jornada (México) – “Panamá, la nueva frontera de la disputa geoeconómica entre Washington y Pekín” (27 de marzo de 2025).



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