Diego García: la isla estratégica del imperio angloamericano en el Índico
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Una isla en el corazón del Índico
Entre África, Asia y el Golfo Pérsico, hay una pequeña mancha verde sobre el océano: la isla de Diego García. Apenas un punto en el mapa, pero con un peso estratégico descomunal. Desde allí, los aviones norteamericanos despegan rumbo al Medio Oriente, las flotas controlan el tráfico marítimo de petróleo y los radares vigilan el movimiento de las potencias asiáticas. No es exagerado decir que Diego García es uno de los centros de mando del poder angloamericano en el siglo XXI.
Ubicada en el archipiélago de Chagos, a más de 1.500 kilómetros al sur de la India, esta isla fue convertida en una fortaleza militar en plena Guerra Fría. Lo que alguna vez fue un paraíso tropical habitado por pescadores y trabajadores de plantaciones, hoy es una base cerrada, inaccesible, rodeada de radares, pistas de aterrizaje, muelles para submarinos nucleares y satélites espías.
La historia de Diego García es la historia de la continuidad del poder colonial británico, reciclado y ampliado bajo la hegemonía militar de los Estados Unidos.
Del imperio británico al control estadounidense
Durante siglos, el archipiélago de Chagos formó parte del dominio colonial del Imperio Británico. Las islas eran administradas desde la colonia de Mauricio, heredando la estructura del comercio marítimo europeo en el Índico. Pero en la década de 1960, con el auge de los procesos de descolonización, el Reino Unido decidió separar las islas Chagos de Mauricio antes de conceder la independencia a esta última.
En 1965, Londres creó una nueva entidad administrativa, el British Indian Ocean Territory (BIOT), bajo el argumento de “fines defensivos y estratégicos”. En los hechos, el objetivo era uno solo: ceder Diego García a los Estados Unidos para la instalación de una base militar.
En plena Guerra Fría, Washington necesitaba una plataforma estable para controlar las rutas del petróleo del Golfo Pérsico y vigilar a la Unión Soviética. En 1966, ambos gobiernos firmaron un acuerdo secreto que otorgó a los Estados Unidos el uso exclusivo de la isla por cincuenta años, sin pago de arriendo directo, a cambio de beneficios militares para el Reino Unido, como descuentos en misiles Polaris.
Para concretar ese acuerdo, el Reino Unido expulsó a la población local, los chagosianos, unas dos mil personas descendientes de africanos y malgaches. Fueron deportados a Mauricio y Seychelles sin compensación, en condiciones miserables. Desde entonces, jamás se les permitió regresar.
La Guerra Fría y la consolidación del dominio militar
A partir de 1971, la base de Diego García comenzó a tomar forma. Estados Unidos construyó una pista de más de 3.600 metros, muelles para submarinos y depósitos de combustible. Durante la Guerra Fría, se convirtió en una pieza central del dispositivo militar norteamericano en el hemisferio oriental.
Desde allí se coordinaron operaciones de vigilancia sobre el océano Índico, el Golfo Pérsico y el sur de Asia. Diego García funcionó como punto de apoyo para bombarderos estratégicos B-52, aviones de reconocimiento y estaciones de comunicación satelital.
Con el estallido de las guerras del Golfo, la base mostró su verdadero propósito. En 1991, durante la Operación Tormenta del Desierto, despegaron desde allí los bombarderos que atacaron Irak. Lo mismo ocurrió en 2001 con la invasión a Afganistán y en 2003 con la segunda guerra contra Irak. La isla sirvió también como punto de tránsito de prisioneros en los años del programa de detenciones secretas de la CIA.
Cada conflicto en Medio Oriente tuvo, de alguna forma, su punto de partida o apoyo logístico en Diego García.
El control del Índico: la nueva ruta imperial
La ubicación de Diego García explica su importancia. Está situada en el centro del océano Índico, equidistante de África, el Golfo Pérsico, la India y el sudeste asiático. Controlar esa posición es controlar el acceso a las principales rutas marítimas del planeta.
Por el Índico transita más del 70 por ciento del petróleo del mundo. Desde el Golfo Pérsico, los buques atraviesan el estrecho de Ormuz, bordean Omán, cruzan el mar Arábigo y pasan cerca de Diego García rumbo al estrecho de Malaca, puerta de entrada al Pacífico. Quien domina ese corredor puede estrangular el suministro energético de Asia o garantizar el flujo hacia Occidente.
El dominio de Diego García permite a Estados Unidos proyectar poder sobre tres regiones a la vez: Medio Oriente, Asia del Sur y África Oriental. No hay otra base en el planeta con esa capacidad de alcance. Además, su aislamiento geográfico la convierte en un enclave seguro frente a posibles ataques o presiones políticas.
Conflicto diplomático y reclamos de soberanía
La creación del British Indian Ocean Territory y la expulsión de los chagosianos generaron una disputa que perdura hasta hoy. En 2019, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminó que el Reino Unido debía devolver el archipiélago a Mauricio, reconociendo que su separación fue ilegal.
El fallo fue contundente: Londres violó el derecho internacional al mantener un territorio colonial en pleno siglo XXI. La Asamblea General de la ONU apoyó la resolución, instando al Reino Unido a retirarse. Sin embargo, ni Londres ni Washington acataron la decisión.
El Reino Unido argumenta que la base es esencial para la “seguridad global” y para el “combate al terrorismo”. Detrás de ese lenguaje diplomático se esconde la realidad de un enclave estratégico que ninguna de las dos potencias está dispuesta a perder.
Mauricio, por su parte, busca recuperar la soberanía y permitir el retorno de los chagosianos. Pero su reclamo choca con los intereses del eje angloamericano, que considera a Diego García un punto no negociable dentro del dispositivo de control del Índico.
Washington, Londres y el Indo-Pacífico
Con la reconfiguración geopolítica del siglo XXI, Diego García recobró aún más relevancia. Estados Unidos la incorporó a su Indo-Pacific Command (INDOPACOM), el comando militar que abarca desde África hasta el Pacífico occidental.
En el contexto de la competencia con China, la isla funciona como un pivote para contener la expansión marítima de Pekín. Las nuevas rutas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsan corredores energéticos y comerciales que cruzan el Índico. Washington ve en Diego García la herramienta para vigilar y, si es necesario, bloquear esas vías.
La alianza AUKUS (Australia, Reino Unido, Estados Unidos), anunciada en 2021, profundizó esta lógica. El acuerdo incluye el desarrollo de submarinos nucleares y una coordinación naval que tiene en Diego García uno de sus centros de apoyo. La vieja alianza anglosajona se reconfigura así en torno a la proyección militar sobre el Indo-Pacífico.
El Reino Unido, aunque debilitado por el Brexit, mantiene su influencia global a través de estos enclaves. Diego García representa la persistencia de su poder marítimo histórico, ahora al servicio del socio norteamericano.
La otra cara del poder: despojo y desplazamiento
Mientras la isla se convirtió en una fortaleza, los chagosianos viven el exilio. Despojados de su tierra, dispersos entre Mauricio, Seychelles y el Reino Unido, llevan décadas reclamando el derecho a regresar. Muchos de ellos han muerto sin poder pisar nuevamente la isla que los vio nacer.
El caso de los Chagos es un espejo de los mecanismos de dominación global. En nombre de la seguridad y el progreso, se desplaza poblaciones enteras, se redibuja el mapa político y se perpetúa un orden colonial. Diego García muestra que el colonialismo no desapareció: se transformó en estrategia militar permanente.
Los documentos desclasificados del Reino Unido revelan que las autoridades sabían que expulsaban a una comunidad establecida, pero optaron por presentar la operación como si fueran “trabajadores temporales” trasladados por razones logísticas. La mentira oficial encubrió un acto de despojo deliberado.
Diego García, símbolo del siglo XXI
En el tablero mundial, Diego García sintetiza la continuidad del poder angloamericano: un enclave heredado del colonialismo británico, administrado por la potencia militar estadounidense, en una zona clave del comercio global.
Su existencia plantea una paradoja: mientras Occidente habla de democracia y derechos humanos, mantiene bases en territorios usurpados, sostiene regímenes de excepción y niega la soberanía a los pueblos originarios.
Pero más allá del caso puntual, Diego García simboliza algo mayor. Es la expresión geográfica del principio que ha guiado a los imperios marítimos desde hace siglos: quien domina los mares, domina el mundo. Hoy, en la competencia entre Estados Unidos y China, el Índico se convierte en el nuevo escenario central.
El futuro de esta isla remota definirá en parte el equilibrio de poder del siglo XXI. Y, como tantas veces en la historia, las decisiones que se tomen allí afectarán al planeta entero, desde las costas africanas hasta el Pacífico, desde el Golfo Pérsico hasta América Latina, donde también se juega el destino del control marítimo y los corredores bioceánicos.
Diego García no es sólo una base militar: es la síntesis viva de un sistema global que se mantiene por la fuerza. Su historia nos recuerda que el colonialismo no ha muerto, simplemente cambió de bandera.
Fuentes
BBC Mundo – “Diego García: la base secreta del Reino Unido y EE.UU. en el océano Índico” (2019)
El País – “Mauricio pide a Reino Unido devolver las islas Chagos tras fallo de la Corte Internacional de Justicia” (2019)
La Vanguardia – “Diego García, el enclave angloamericano que controla el Índico” (2021)
Telesur – “El archipiélago de Chagos y la disputa por el océano Índico” (2022)
Le Monde Diplomatique (edición española) – “La última colonia británica: la base de Diego García” (2020)

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