El Corolario Roosevelt: el nacimiento del garrote imperial en América Latina
Cuando el “América para los americanos” cambió de dueño
En 1823, el presidente estadounidense James Monroe lanzó una advertencia a las potencias europeas: América debía permanecer libre de su intervención. Era un mensaje que, en apariencia, protegía a las nuevas repúblicas latinoamericanas de la ambición colonial europea. Sin embargo, ochenta años más tarde, aquel principio sería manipulado y transformado en su opuesto.
En 1904, el presidente Theodore Roosevelt reinterpretó la Doctrina Monroe y dio forma a lo que se conocería como el Corolario Roosevelt, una extensión de aquella doctrina que, en vez de proteger a América Latina, la colocó bajo el control de Washington.
Desde entonces, bajo la excusa de “mantener el orden”, “garantizar la estabilidad” o “proteger la civilización”, Estados Unidos intervino en toda la región: ocupó países, impuso gobiernos, controló aduanas y recursos naturales, y sembró la idea de que su dominio era inevitable.
El Corolario Roosevelt fue, en los hechos, la carta fundacional del imperialismo estadounidense en América Latina.
El contexto: crisis, deudas y amenazas europeas
A comienzos del siglo XX, muchos países latinoamericanos estaban asfixiados por las deudas externas heredadas de sus procesos de independencia. Europa, con sus imperios aún activos, veía en esas deudas una oportunidad para extender su influencia.
En 1902, Venezuela —gobernada entonces por Cipriano Castro— fue bloqueada navalmente por Gran Bretaña, Alemania e Italia. Las potencias europeas reclamaban el pago inmediato de las deudas y, de no obtenerlo, amenazaban con ocupar puertos venezolanos.
Washington observó con alarma la situación. No por solidaridad con Venezuela, sino por temor a que Europa volviera a establecer una presencia militar permanente en el continente. Aquello contradecía los intereses estratégicos de Estados Unidos, que ya se consideraba dueño del hemisferio occidental.
El presidente Theodore Roosevelt, un nacionalista expansionista convencido, encontró en ese episodio el argumento perfecto para asumir el papel de “gendarme” de América Latina.
La Doctrina Monroe reinterpretada
La Doctrina Monroe de 1823 había nacido como un principio defensivo. En palabras simples, declaraba que América debía ser un territorio libre de intervención europea y que, a su vez, Estados Unidos no intervendría en Europa.
Pero Roosevelt le dio una nueva interpretación. Dijo que, si alguna nación americana mostraba “incumplimiento crónico” o “impotencia” para mantener el orden, Estados Unidos tendría el derecho de intervenir para restablecerlo.
Así, bajo el pretexto de evitar que Europa interviniera, Washington se arrogó el derecho de hacerlo en su lugar.
En su mensaje al Congreso en diciembre de 1904, Roosevelt declaró:
“El incumplimiento crónico o la impotencia que resulte en un relajamiento general de los lazos de una sociedad civilizada puede, en última instancia, requerir la intervención de alguna nación civilizada, y en el hemisferio occidental la adhesión de Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a los Estados Unidos, aunque a regañadientes, a ejercer un poder de policía internacional”.
El lenguaje era elegante, casi moralista, pero el sentido político era brutal: Estados Unidos se convertía en el juez y policía del continente.
La “Política del Gran Garrote”
Roosevelt resumió su política exterior con una frase que se haría célebre:
“Habla suavemente y lleva un gran garrote”.
El “gran garrote” era la amenaza militar y la intervención directa. Estados Unidos dejaba atrás la etapa del aislacionismo y se lanzaba abiertamente al imperialismo, no sólo en América Latina, sino también en el Pacífico y Asia.
El resultado fue la llamada “Política del Gran Garrote”, que implicó una serie de acciones militares y diplomáticas destinadas a consolidar la hegemonía estadounidense.
En el Caribe y América Central, el garrote cayó una y otra vez sobre pueblos que se resistían al control extranjero. La lista es larga y dolorosa.
Intervenciones y ocupaciones: América Latina bajo tutela
A partir de 1904, el Corolario Roosevelt se convirtió en la justificación legal y moral del intervencionismo. Algunas de las intervenciones más notorias fueron:
República Dominicana (1905): Estados Unidos tomó el control de las aduanas para garantizar el pago de la deuda externa. La ocupación directa llegó en 1916 y duró ocho años.
Cuba: bajo la Enmienda Platt (1901), Washington se reservó el derecho de intervenir “para preservar la independencia cubana” y asegurar “un gobierno adecuado”. En la práctica, Cuba se convirtió en un protectorado.
Nicaragua (1909-1912): los marines desembarcaron para derrocar al presidente José Santos Zelaya, considerado “poco amistoso” hacia los intereses estadounidenses. La ocupación militar se prolongó hasta 1933.
Haití (1915-1934): Estados Unidos ocupó el país durante casi dos décadas, controlando su economía, sus bancos y su política interna.
Panamá (1903): el apoyo a la independencia de Panamá, que permitió a Estados Unidos construir y controlar el Canal, fue uno de los actos más evidentes del expansionismo rooseveltiano.
El patrón se repitió una y otra vez: deudas impagas, caos político o amenaza europea eran los pretextos; intervención, ocupación y control económico, los resultados.
Consecuencias: el nacimiento del imperialismo moderno
Las consecuencias fueron profundas:
Desplazamiento de Europa: las potencias europeas fueron expulsadas del juego político latinoamericano, pero su lugar no lo ocuparon las naciones soberanas, sino un nuevo imperio.
Pérdida de soberanía: los gobiernos latinoamericanos comenzaron a gobernar bajo la sombra de Washington. Un mal movimiento podía provocar sanciones, bloqueos o invasiones.
Neocolonialismo financiero: el control de las aduanas, los bancos y las exportaciones fue un mecanismo más efectivo que cualquier ejército.
Cultura de la dependencia: durante décadas, los pueblos de América Latina crecieron bajo la idea de que su desarrollo debía ajustarse a los intereses del norte.
El Corolario Roosevelt no fue un hecho aislado, sino la institucionalización del poder imperial estadounidense sobre el continente.
La reacción latinoamericana: voces de resistencia
Desde el primer momento, hubo intelectuales y políticos que denunciaron el carácter imperialista de la política estadounidense.
El argentino Manuel Ugarte, el uruguayo José Enrique Rodó y el mexicano José Vasconcelos, entre otros, advirtieron que el verdadero peligro para las jóvenes naciones latinoamericanas no era Europa, sino Estados Unidos.
Ugarte, en su obra “El porvenir de la América Latina”, publicada en 1910, escribió:
“El águila que extendió sus alas sobre el norte del continente no se detendrá en el río Grande. Llegará hasta el Cabo de Hornos si los pueblos no se organizan para resistirla”.
No se equivocó.
Durante todo el siglo XX, los países latinoamericanos sufrirían intervenciones, golpes de Estado y bloqueos económicos bajo el mismo argumento moralista: defender la democracia, el orden o la libertad.
La historia del Corolario Roosevelt es, en definitiva, la historia de cómo una doctrina nacida para proteger la independencia americana se transformó en el instrumento que la anuló.
Del Corolario Roosevelt al intervencionismo moderno
Aunque el Corolario fue abandonado formalmente en 1933 con la llamada Política del Buen Vecino del presidente Franklin D. Roosevelt, su espíritu sobrevivió bajo nuevas formas.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos justificó sus intervenciones en nombre de la “lucha contra el comunismo”. En realidad, fue la misma lógica del Corolario adaptada a los tiempos modernos.
Guatemala en 1954, Chile en 1973, Nicaragua en los años 80, Panamá en 1989 y tantos otros episodios son herederos directos de aquella doctrina de 1904.
El mensaje, aunque disfrazado, siempre fue el mismo: Estados Unidos se reserva el derecho de intervenir cuando sus intereses lo requieran.
En el siglo XXI, el lenguaje cambió nuevamente. Ya no se habla de comunismo ni de civilización, sino de “lucha contra el narcotráfico”, “terrorismo” o “defensa de la democracia”. Pero detrás de los nuevos términos, late el mismo viejo corolario.
América Latina hoy: el desafío de la soberanía
Más de un siglo después del Corolario Roosevelt, América Latina sigue enfrentando el mismo dilema: ¿quién gobierna realmente nuestros destinos?
El control ya no se ejerce con marines desembarcando en las costas, sino con deudas, tratados de libre comercio, bases militares y corporaciones transnacionales.
Los nuevos “intervencionismos” son financieros, mediáticos y tecnológicos. Sin embargo, el espíritu que los anima es idéntico al de 1904: la convicción de que América Latina no puede decidir por sí misma.
El desafío de este tiempo es romper esa inercia histórica y recuperar la soberanía en todos los planos: político, económico, cultural y comunicacional.
América Latina tiene una historia común, una raíz mestiza y una memoria compartida de resistencia. Desde Bolívar hasta los movimientos populares del siglo XXI, la lucha por la autodeterminación ha sido el hilo conductor de nuestra identidad continental.
Conclusión: el corolario que nunca murió
El Corolario Roosevelt no fue solo un capítulo del pasado. Fue el punto de partida de una política que aún persiste bajo otros nombres.
Detrás de cada “ayuda humanitaria”, de cada “recomendación del FMI”, de cada “base de cooperación militar”, sigue resonando la voz del viejo Theodore Roosevelt recordándonos su lema: “Habla suavemente y lleva un gran garrote”.
La verdadera independencia de América Latina no se logrará mientras ese garrote siga pendiendo sobre nuestras cabezas.
Defender la soberanía no es un acto de nostalgia, sino una necesidad histórica. Porque solo los pueblos que se atreven a pensar y actuar por sí mismos pueden escribir su propio destino.
Y ese destino, en el caso de nuestra América, debe ser libre de tutelas, de imperios y de corolarios.
Fuentes en español
Roosevelt, Theodore. “Mensaje al Congreso de los Estados Unidos”, 1904.
Ugarte, Manuel. El porvenir de la América Latina, 1910.
Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI Editores.
Ramos, Jorge Abelardo. Historia de la Nación Latinoamericana, Peña Lillo.
Rojas Mix, Miguel. Los cien nombres de América, LOM Ediciones.
Escudé, Carlos y Cisneros, Andrés. Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, CARI.
Hobsbawm, Eric. La era del imperio, Crítica.

Comentarios
Publicar un comentario