El “megaproyecto” de OpenAI en Argentina: el "farol" de los 25.000 millones
Imagen creada con IA
El anuncio que sonó demasiado grande
Cuando el presidente argentino anunció que OpenAI invertiría 25.000 millones de dólares para construir un gigantesco centro de inteligencia artificial en la Patagonia, la noticia se expandió como un reguero de pólvora. La cifra, el lugar y la promesa de “convertir a Argentina en el polo tecnológico del hemisferio sur” se repitieron en los medios como un símbolo del nuevo rumbo. Pero apenas unos días después, la realidad comenzó a filtrarse entre los titulares.
OpenAI aclaró que no existe un compromiso financiero de su parte y que la inversión dependería, en todo caso, de que los fondos se consigan localmente. En otras palabras, los 25.000 millones no son una inversión extranjera sino una aspiración sin respaldo. El proyecto, bautizado "Stargate Argentina", se sostiene más en un relato que en una ingeniería financiera o técnica concreta.
La sombra de un “bluff”
Detrás del anuncio aparece la figura de Demian Reidel, físico, exfuncionario del Banco Central y asesor tecnológico del actual gobierno. Reidel posee contactos internacionales genuinos: su paso por Harvard, Cambridge y el sector financiero de Wall Street lo coloca en una red global de académicos y tecnólogos. Pero nada de eso implica que haya logrado comprometer a OpenAI —una empresa valorada en más de 150.000 millones de dólares— a desembolsar una cifra de escala estatal en un país con inestabilidad jurídica, restricciones cambiarias y problemas energéticos crónicos.
El perfil de Reidel y el momento político en que se hace el anuncio sugieren otra lectura: la de un farol cuidadosamente armado para generar impacto electoral. En el lenguaje de los mercados, un "bluff" es una maniobra de confianza: se proyecta fuerza, capital y respaldo aunque en realidad se posea poco más que una buena historia. Y esta historia tenía todos los ingredientes para seducir al público: inteligencia artificial, Patagonia, inversión récord, soberanía tecnológica y modernidad.
La empresa local que no encaja
El supuesto socio local del proyecto es Sur Energy, una firma argentina dedicada a energías renovables, con experiencia en parques solares y asesorías técnicas, pero sin antecedentes en infraestructura de cómputo masivo ni en centros de datos de alta densidad energética. Su escala es pequeña.
El dato más inquietante es que su fundador, quien, parece, tenía vínculos personales con Reidel, falleció recientemente en un accidente en la montaña. Desde entonces, la empresa perdió su principal referente técnico y su estructura ejecutiva quedó debilitada. Resulta difícil imaginar que una compañía de esas dimensiones pueda liderar o siquiera acompañar una obra que —según el anuncio oficial— superaría en inversión a represas como Yacyretá o al gasoducto Néstor Kirchner.
Cuando la cifra no cierra
Veinticinco mil millones de dólares es una cifra inverosímil para un centro de datos. Los "campus" de IA más avanzados del mundo, en Estados Unidos o Europa, se construyen con inversiones que oscilan entre los 2 y 5 mil millones. Microsoft, por ejemplo, destinó unos 10 mil millones a su red completa de centros para ChatGPT, repartidos en distintos continentes.
Decir que un solo complejo en la Patagonia costará más del doble que todos esos proyectos juntos rompe cualquier parámetro técnico y financiero. Además, un "data center" de esa magnitud necesitaría miles de megavatios de potencia, infraestructura eléctrica redundante, redes de fibra óptica internacional y un ecosistema de proveedores inexistente hoy en la región. El costo de mantenimiento y refrigeración en una zona de difícil acceso haría el proyecto aún más improbable.
La política detrás de la promesa
El anuncio se hizo en vísperas de un momento político clave. La narrativa fue clara: mostrar que Argentina, bajo la nueva gestión, atrae inversiones “de vanguardia” y se coloca en el mapa global de la inteligencia artificial. Para un electorado cansado de crisis y devaluaciones, la idea de que OpenAI —la empresa símbolo de la era digital— eligiera el país era poderosa.
El efecto inmediato fue mediático, no económico. Reidel, apareció como el “argentino que trajo a OpenAI”, el presidente se mostró como líder de un país que vuelve a ser atractivo, y los medios internacionales amplificaron el titular sin confirmar los detalles financieros. Solo después, cuando OpenAI emitió su aclaración y medios como "La Política Online" revelaron que “la plata la tienen que juntar los argentinos”, la ilusión empezó a desvanecerse.
Geopolítica de la inteligencia artificial
El artículo publicado por Escenario Mundial agrega una dimensión estratégica: el tema de la soberanía digital y la defensa nacional. Un centro de datos de esa escala no es una simple obra de infraestructura; es un activo geopolítico. Controla flujos de información, poder de cómputo y eventualmente datos sensibles. En el contexto actual, instalar una infraestructura semejante bajo tutela extranjera plantea preguntas sobre ciberseguridad, autonomía tecnológica y vigilancia.
Si el proyecto existiera realmente, su ubicación en la Patagonia —una región codiciada por su baja densidad poblacional, recursos hídricos y estabilidad climática— tendría un claro valor estratégico. Pero todo indica que se usó el nombre de la región más que su potencial real, para dar un marco “épico” a un anuncio pensado más para titulares que para ingenieros.
La red de intereses
El papel de Reidel y su red de contactos con el sector financiero y energético sugiere un entramado de intereses más complejo. Sur Energy, sin capital para ejecutar semejante proyecto, podría servir como pantalla para atraer financiamiento estatal o privado bajo el amparo del RIGI (Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones). En otras palabras, los “25.000 millones” podrían traducirse en beneficios fiscales, importaciones sin impuestos y eventuales negocios colaterales más que en un centro de IA real.
El hecho de que OpenAI haya desmentido cualquier inversión directa, y que la iniciativa dependa de fondos locales, confirma que no se trata de una inversión extranjera sino de un relato interno. Una jugada para proyectar confianza en un contexto de fuga de capitales y deterioro macroeconómico.
Lo que queda después del humo
La historia del supuesto data center deja una lección sobre cómo la política argentina utiliza el lenguaje tecnológico. La inteligencia artificial, la robótica, el big data o la computación cuántica se han convertido en símbolos de modernidad, pero su uso discursivo no siempre se traduce en políticas reales.
Si realmente se buscara posicionar a Argentina en la revolución digital, habría que invertir en ciencia, educación, conectividad y soberanía de datos, no en anuncios mediáticos. El país cuenta con talento científico y recursos energéticos que podrían sostener un desarrollo tecnológico genuino, pero mientras las decisiones se reduzcan a golpes de efecto, el futuro seguirá siendo un escenario de promesas incumplidas.
En síntesis
En la jerga del póker, un "bluff" es exitoso cuando el rival se lo cree. Y en este caso, buena parte de la prensa y de la opinión pública lo creyó. Reidel, con su inteligencia y sus vínculos, jugó su carta: proyectar que Argentina estaba a punto de convertirse en un centro global de inteligencia artificial. Pero detrás del brillo dorado del anuncio solo queda un eco mediático y un conjunto de interrogantes.
El supuesto “Stargate” no es una puerta hacia el futuro, sino un espejo. Refleja la fragilidad de un país que necesita creer que puede resurgir de la mano de la tecnología, aunque sea a través de un farol.
Fuentes
La Política Online: “¿Y los USD 25 mil millones? OpenAI ahora dice que la plata la tienen que juntar los argentinos” (2025).
Escenario Mundial: “El anuncio de un data center de IA en la Patagonia argentina y la defensa nacional” (2025).
Canal AR: “Stargate Argentina: OpenAI invertirá US$ 25.000 millones en un data center de IA en la Argentina” (2025).
Política Argentina: “OpenAI desmiente la inversión récord de Milei” (2025).

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