El miedo como tecnología de poder: cómo las élites gobiernan mediante amenaza y pánico
El miedo es la materia prima más barata y más eficaz del poder moderno. No requiere soldados, ni cárceles, ni disparar un tiro. Solo requiere que millones de personas crean que sin obedecer van a perder algo: seguridad, dinero, pertenencia, libertad, futuro. Lo decisivo es que el miedo no es un efecto secundario del sistema: es su herramienta central. No surge “porque pasan cosas”, sino que es producido, amplificado, encuadrado y conducido para que la reacción de las masas sea exactamente la que las élites diseñaron de antemano.
El mecanismo es siempre el mismo: primero se instala una amenaza —real, exagerada o fabricada— y luego se ofrece una salida que ya estaba escrita antes de que la gente empezara a temer. El miedo desplaza el principio de justicia por el principio de supervivencia. Una sociedad con miedo no debate si algo es correcto, debate si algo la protege. Allí se vuelve gobernable.
Qué hace el miedo en la mente colectiva
El miedo simplifica. Una mente asustada no procesa matices, busca órdenes claras y líderes fuertes. El miedo homogeneiza: frente al enemigo (externo o interno) se suspenden las grietas y se acepta alinearse detrás del mando. El miedo justifica lo que en tiempos normales sería inaceptable: vigilancia masiva, censura, mano dura, cesión de soberanía, sacrificio de libertades.
Y algo más importante: el miedo anticipa la conducta. Una masa en pánico es predecible; una masa calmada es incierta. Por eso el miedo es superior a la violencia física: mata la resistencia antes de que exista.
Uso a nivel nacional: tres herramientas de ingeniería social
- Inseguridad y crimenNo importa solo el delito real; importa la percepción de inseguridad. Una sociedad que siente que puede morir mañana no discute derechos civiles: pide mano dura. De allí se habilita lo que ya estaba en la agenda: militarización, vigilancia, expansión del Estado policial.
- Crisis económicaCuando se instala la idea de colapso inminente, la población acepta lo que en frío jamás firmaría: ajustes drásticos, privatizaciones de emergencia, recortes sociales, endeudamiento. El miedo económico produce obediencia macro en silencio.
- Enemigo internoUna sociedad con enemigo infiltrado —terrorista, subversivo, “antipatria”, “desinformador”— concede al Estado licencia para la excepción. Allí se legaliza lo ilegal bajo el relato de protección.
Ejemplos históricos: Patriot Act tras el 11S (Estados Unidos blindó vigilancia masiva con aplauso social); dictaduras latinoamericanas legitimando el terrorismo de Estado bajo el relato de “orden”; durante la pandemia se normalizaron confinamientos, trazabilidad y coerción sanitaria que en tiempos normales habrían sido políticamente imposibles.
Uso a nivel internacional: amenazas para disciplinar aliados
El enemigo global cumple la misma función pero a escala interestatal. Sin Rusia, China, Irán, Corea del Norte y el “caos migratorio”, la arquitectura de la OTAN y el gasto militar occidental no serían sostenibles socialmente. La amenaza externa produce alineamiento interno.
Cuando Europa creyó que Rusia podía apagarle el gas, aceptó sanciones que la perjudicaban más a sí misma que a Moscú, y reordenó su mapa energético bajo tutelas ajenas. Cuando el mundo occidental creyó que el terrorismo islámico era una amenaza apocalíptica, aceptó dos guerras monumentales en Medio Oriente y la normalización de un estado global de excepción.
El patrón es constante: un miedo instalado produce conductas previsibles. Y esa previsibilidad da poder.
El núcleo político: no buscan obediencia, buscan consentimiento
La dominación moderna no quiere súbditos forzados sino ciudadanos que firman su propia renuncia en nombre de la protección. El miedo produce algo más valioso que disciplina: produce autorización moral. El pueblo cree que cede derechos por decisión propia, cuando en realidad está respondiendo a un guion inducido.
La forma más pura de control es cuando el dominado entrega voluntariamente lo que el dominador no podría arrebatarle por la fuerza sin costo.
En síntesis
El poder del siglo XXI no se sostiene en tanques; se sostiene en percepción. El miedo es la plataforma invisible sobre la cual se ejecutan reformas, guerras, pactos, renuncias y alineamientos. El mayor tabú no es la corrupción ni la pobreza: el mayor tabú es discutir quién fabrica el miedo y con qué objetivo.
El día que el miedo deja de operar, el sistema no pierde popularidad: pierde ingobernabilidad programada. Sin miedo, el ciudadano no es dócil; es imprevisible. Y lo imprevisible es lo único que el poder no tolera.
1) Técnicas concretas para fabricar miedo
Estas son las herramientas operativas que usan los gobiernos, partidos, medios y élites para convertir un hecho —o una invención— en pánico social.
1. Framing (encuadre): presentar un evento dentro de un marco emocional único: “amenaza existencial”, “colapso inminente”, “invasión cultural”. El encuadre define la reacción posible antes de que la gente procese los datos.
2. Repetición monótona: repetir el mismo relato hasta que la audiencia lo asume como fondo de realidad. No importa si hay matices: la repetición crea familiaridad, y la familiaridad se confunde con verdad.
3. Personificación del peligro: identificar un rostro, un actor o un colectivo como el peligro (“ellos”, “los otros”, “el enemigo”). Un rostro facilita la oposición emocional y la simplificación.
4. Exageración selectiva: presentar datos reales junto a afirmaciones hiperbólicas o proyecciones catastróficas (pequeña probabilidad → narrativa de certidumbre).
5. Uso instrumental de “expertos”: colocar voces con autoridad (científicos, militares, economistas) que validen el relato. Su autoridad añade legitimidad, aunque el “experto” sea parcial o elegido por conveniencia.
6. Timing y sincronización: lanzar el relato en el momento político óptimo (antes de elecciones, durante protestas, cuando la opinión pública está distrída) para maximizar impacto.
7. Agenda-setting (fijación de la agenda): saturar con una sola trama informativa para que el público no tenga espacio mental para otras preocupaciones.
8. Shock narratives (choque emocional): imágenes fuertes, testimonios dramáticos, cifras alarmantes —todo diseñado para provocar reacciones instintivas, no reflexión.
9. Fantasmas legales y administrativas: anunciar medidas (listas negras, estados de excepción, decretos) como “preparativos” aunque no se implementen: la mera amenaza normativa genera autocensura.
10. Microtargeting emocional: usar datos y algoritmos para enviar mensajes personalizados que exploten miedos específicos (económico, de seguridad, cultural) por segmentos poblacionales.
11. Normalización incremental: introducir medidas restrictivas de a poco —primero voluntarias, después recomendadas, luego obligatorias— para que la población acepte cambios sin ruptura brusca.
12. Silenciamiento y desacreditación: atacar, ridiculizar o deslegitimar voces críticas para que la disidencia pierda audibilidad y credibilidad.
2) Proceso de circulación: quiénes, cómo y por qué se difunde el miedo
No es solo una técnica: es una cadena —actores, plataformas y ritmos— que hace viral y duradero al miedo.
Actores clave
Medios masivos (tradicionales): amplifican narrativas mediante titulares, primicias y repetición en prime time.
Plataformas digitales y redes sociales: multiplican, fragmentan y targetean mensajes; permiten micro-audiencias.
Think tanks y consultoras: producen papers y “análisis” que legitiman políticas; funcionan como fábrica de relatos técnicos.
ONGs y organismos internacionales (cuando conviene): su aval puede internacionalizar una narrativa.
Inteligencia y servicios de comunicación estatal: diseñan campañas, timing y listas de mensajes.
Empresas de PR y marketing político: profesionalizan la puesta en escena y el microtargeting.
Académicos “afinados”: estudios que refuerzan marcos recurrentes (a veces por dependencia de fondos).
Testimonios y “víctimas” organizadas: actores locales que humanizan la amenaza.
Canales y tácticas de circulación
Puerta de entrada: una “primicia” o estudio que aparece en un medio influyente.
Ecosistema: replicación en medios afines y redes; viralización por influencers y figuras públicas.
Legitimación técnica: think tanks o académicos publican notas que parecen neutrales.
Política administrativa: funcionarios anuncian medidas “preventivas”; la noticia se vuelve política.
Retroalimentación: los medios informan sobre la reacción pública, validando el miedo y volviéndolo autocumplido.
Economía política detrás del miedo
Beneficio directo: contratos militares, ventas de seguridad, rescates financieros, privatizaciones.
Beneficio institucional: fortalecimiento de agencias, expansión de competencias del Estado o de empresas tecnológicas.
Beneficio simbólico: erosiona la cultura de derechos y fortalece liderazgos carismáticos o autoritarios.
Beneficio geopolítico: reconfiguración de alianzas, sanciones o accesos a recursos.
3) Contra-ingeniería: cómo romper el dispositivo del miedo (práctico y accionable)
Desactivar el miedo no es sólo “decir la verdad”. Es desmontar la arquitectura que produce, sostiene y monetiza la emoción. Aquí estrategias concretas para periodistas, activistas, educadores y ciudadanos.
Principios generales
Cortar el ciclo de retroalimentación: si no hay reproducción y legitimación, la narrativa pierde poder.
Redirigir la emoción hacia la deliberación: convertir pánico en preguntas públicas y verificables.
Exponer la mecánica, no solo la falsedad: mostrar cómo funciona la fabricación del miedo arruina la autoridad del relato.
Tácticas concretas (ordenadas y aplicables)
Verificación rápida y pública (fact-checking activo): ante una afirmación alarmista, publicar verificación clara, con fuentes y contexto. Hacerlo en los mismos canales donde circula la mentira para competir por visibilidad.
Desencuadre (reframing): presentar el mismo evento con un marco que reduzca el carácter apocalíptico (“riesgo gestionable”, “problema estructural con soluciones X, Y, Z”). El reframing roba la inercia emocional.
Narrativas alternativas con rostros creíbles: mostrar historias de resiliencia y respuesta racional, con testimonios locales y verificables.
Transparencia del timing y del dinero: revelar quién financia los estudios, quién produce los “expertos” y cuándo fueron publicados. La fiscalización de intereses erosiona la autoridad.
Contrapruebas académicas independientes: impulsar análisis independientes y accesibles que desmonten proyecciones exageradas.
Dividir la audiencia objetivo: usar microcomunicaciones que neutralicen mensajes dirigidos a segmentos concretos (por ejemplo, mensajes económicos para PYMEs si el miedo es financiero).
Crear “puntos de anclaje” analíticos: infografías simples que expliquen probabilidades reales frente a catastrofismo —las visualizaciones detonan el pánico porque muestran escala.
Inmunidad mediática por repetición civil: difundir mensajes pausados y constantes que normalicen la calma (no ceder el terreno de la repetición solo a quienes asustan).
Protección legal y apoyo a la disidencia: defender a periodistas y científicos atacados; crear fondos y redes de apoyo que impidan la deslegitimación por desgaste.
Desactivar los “expertos afines”: mostrar conflictos de interés y limitar su monopolio en la discusión pública.
Fomento del pensamiento estadístico ciudadano: campañas educativas que enseñen a leer riesgos, probabilidades y señales de manipulación mediática.
Herramientas técnicas contra microtargeting: denunciar y regular prácticas de datos que permiten el targeting emocional; promover transparencia publicitaria en redes.
Coaliciones transversales: unir a actores políticos, sociales y económicos que normalmente no coinciden para defender prácticas deliberativas frente a medidas de emergencia.
Técnicas de desescalada performativa: actos públicos, mesas ciudadanas y debates que muestren deliberación y reducen la sensación de urgencia.
Presión sobre canales de amplificación: boicot editorial, denuncias regulatorias o campañas de reputación contra medios que sistemáticamente amplifican miedos falsos con interés económico o político.
Checklist rápido para periodistas y activistas
Antes de amplificar: ¿quién gana con esto? ¿qué probabilidad real tiene el evento? ¿existe estudio independiente?
Cuando contradigas un relato: publica pruebas sólidas, gráficas y testimonios; no solo opiniones.
Multiplica el contra-mensaje en redes con el mismo formato (titulares, vídeos breves, memes informativos) para competir por la atención.
Protege a las fuentes: el miedo tarda en desvanecerse si las voces críticas son silenciadas con ataques personales.
Vincula lo local y lo verificable: las audiencias confían en lo cercano y contrastable.
Riesgos y límites de la contra-ingeniería
Desactivar el miedo es posible, pero cuesta. El aparato del miedo tiene recursos: dinero, repetición, acceso privilegiado a plataformas y aparatos estatales. Contra-tácticas son efectivas si son coordinadas y persistentes. Además, hay miedos legítimos —no todo es fabricación— por lo que la estrategia no debe trivializar riesgos reales, sino priorizar la proporcionalidad y la evaluación basada en evidencia.
Una propuesta política mínima
Si querés una sola acción política que cambie la ecuación: imponer transparencia publicitaria obligatoria en redes y exigir declaraciones públicas de conflicto de interés para “expertos” que participan en debates de seguridad, salud o economía. Romperías dos engranajes centrales: microtargeting emocional y autoridad performativa.
Fuentes
1. Michel Foucault. "El ojo del poder. Tecnología y poder"
2. OpenEdition Journals. “El miedo como articulación política de la negatividad”
3. “El miedo como instrumento de poder” (por Aram Aharonian). Pressenza.
4. “El poder en Foucault: "Un caleidoscopio magnífico"” (por Daniel Toscano López). SciELO
5. “El miedo a la tecnología se utiliza como un arma política y económica” (artículo de Sonia Contera)

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