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El 17 de enero de 1961, Dwight D. Eisenhower pronunció un discurso de despedida que quedó grabado en la historia. No fue una arenga patriótica ni una celebración de su legado, sino una advertencia. El general que había comandado el desembarco de Normandía y presidido Estados Unidos durante ocho años alertó al pueblo norteamericano sobre el peligro de un poder oculto que crecía dentro del propio Estado: el “complejo militar-industrial”.
En plena Guerra Fría, cuando la Unión Soviética era presentada como una amenaza existencial, Eisenhower reconocía que el verdadero riesgo podía provenir de casa. Decía que la conjunción entre el aparato militar, la industria armamentista y los intereses políticos podía generar una “influencia injustificada” sobre el gobierno y la sociedad. En otras palabras, el sistema que había ganado la guerra podía terminar esclavizando a la democracia que juraba proteger.
Su diagnóstico era simple y profundo: por primera vez en la historia de Estados Unidos, el país mantenía un ejército permanente en tiempos de paz. Eso implicaba una maquinaria económica y burocrática que necesitaba justificar su existencia. Si la paz no generaba beneficios, la guerra —real o potencial— se volvería indispensable.
Sesenta años después, su advertencia parece cumplirse con precisión matemática. El complejo militar-industrial se transformó en un entramado corporativo, financiero y tecnológico de alcance global. Ya no solo fabrica armas, sino también software de espionaje, satélites, algoritmos de inteligencia artificial y redes de información. Las guerras ya no se declaran: se gestionan, se tercerizan, se cubren con discursos humanitarios o de “seguridad colectiva”.
El legado de Eisenhower cobra actualidad en un mundo donde los límites entre Estado, empresa y ejército se desdibujan. La OTAN, el Pentágono, la industria tecnológica de Silicon Valley y las grandes consultoras actúan como piezas de un mismo tablero. La defensa nacional se fusiona con los negocios privados, y la política exterior con la rentabilidad bursátil.
La advertencia de 1961 no era antimilitarista, sino republicana: Eisenhower temía que el equilibrio entre poder y libertad se rompiera. Y ese equilibrio hoy está en crisis. Los gobiernos elegidos dependen de corporaciones que financian campañas, controlan medios y producen el armamento que luego se utiliza en guerras que nadie discute abiertamente.
El “complejo militar-industrial” se ha vuelto un sistema invisible, incrustado en la economía y en la cultura. El miedo y la desinformación son sus herramientas más efectivas. En su lógica, el enemigo nunca desaparece; solo cambia de nombre: comunismo, terrorismo, autoritarismo, inteligencia artificial, Rusia, China, siempre hay algo que justifica seguir gastando, seguir vigilando, seguir luchando.
Eisenhower pedía “vigilancia ciudadana” para que el poder no se desborde. Tal vez ese sea el mensaje que más necesitamos recuperar. Porque si el complejo militar-industrial fue la advertencia del siglo XX, el siglo XXI enfrenta su versión más sofisticada: el complejo corporativo-militar-digital. Un poder que ya no conquista territorios, sino conciencias.
Sí, hay varias fuentes en español donde podés consultar el discurso y análisis del mensaje de Eisenhower, tanto en su versión oficial como en estudios académicos y periodísticos. Te dejo algunas confiables y accesibles:
Texto original traducido
* “Discurso de despedida del presidente Dwight D. Eisenhower (17 de enero de 1961)” — disponible en la página oficial de la Embajada de Estados Unidos en España y en el Archivo Nacional de EE. UU., ambos con traducción al español.
* En YouTube, el canal “Archivo Histórico de la Casa Blanca” tiene el discurso completo con subtítulos en español (“Eisenhower Farewell Address – Subtítulos en español”).
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