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La expresión conocida como “maldición de Tucídides” describe un patrón que aparece una y otra vez en la historia: cuando una potencia emergente crece lo suficiente como para desafiar a la potencia establecida, aumenta el riesgo de conflicto. El concepto proviene del historiador griego Tucídides, quien analizó la Guerra del Peloponeso y señaló que el ascenso de Atenas infundió temor en Esparta, y ese temor hizo que la guerra fuera difícil de evitar. Más que una regla rígida, es una forma de observar cómo reaccionan los estados cuando sienten que su posición puede verse amenazada.
A lo largo de los siglos, varias transiciones de poder encajan en este esquema. En la Europa moderna, el ascenso de Francia bajo Luis XIV generó preocupación en el resto del continente, produciendo coaliciones y guerras sucesivas para contener su expansión. En el siglo XIX, el rápido crecimiento industrial y militar de Alemania inquietó al Reino Unido y a Francia, creando un clima de competencia estratégica que desembocó en la Primera Guerra Mundial. A comienzos del siglo XX ocurrió algo parecido en Asia, cuando el surgimiento de Japón puso en alerta a las potencias europeas y a Estados Unidos; el intento japonés de ocupar un lugar dominante en el Pacífico terminó derivando en un conflicto mayor. En estos casos, la potencia ascendente no necesariamente buscaba la guerra en un principio, pero su avance desencadenó reacciones defensivas que alimentaron la rivalidad.
Sin embargo, la historia también muestra que la transición de poder no siempre conduce a un choque. A finales del siglo XIX, el ascenso de Estados Unidos no resultó en una guerra con el Reino Unido; ambos países lograron coordinarse, reducir tensiones y construir una relación cooperativa. Ese ejemplo se cita con frecuencia para demostrar que el escenario violento no es inevitable si las potencias gestionan bien la competencia y mantienen canales de comunicación estratégicos. Algunos analistas, sin embargo, aducen que la Segunda Guerra Mundial es ese "escenario violento" donde se dirimió quién sería la potencia dominante.
Hoy se utiliza este marco para analizar la relación entre Estados Unidos y China. El crecimiento económico y tecnológico chino, su modernización militar y su proyección internacional generan inquietud en Washington, que percibe un desafío directo a su primacía. Al mismo tiempo, Pekín interpreta muchas acciones estadounidenses como intentos de contener su desarrollo. Esa combinación de sospechas mutuas, maniobras militares en Asia-Pacífico, disputas tecnológicas y presión diplomática encaja en la lógica descrita por Tucídides. Pero la interdependencia económica global, la presencia de armas nucleares y los costos enormes de una guerra hacen que la dinámica actual sea distinta de las transiciones del pasado. Ninguna de las dos potencias busca abiertamente un conflicto, aunque la competencia es evidente.
La utilidad del concepto radica en que ayuda a comprender cómo surgen tensiones estructurales cuando cambia el equilibrio global. No predice resultados, sino que alerta sobre el riesgo de decisiones impulsadas por temor, malinterpretaciones o carreras armamentistas sin control. En un mundo con potencias profundamente conectadas entre sí, la clave pasa por crear mecanismos de diálogo, establecer límites claros, reducir la incertidumbre y administrar la competencia antes de que se convierta en algo más peligroso.
La historia muestra que los cambios de jerarquía internacional pueden resolverse mediante guerras devastadoras o mediante negociaciones inteligentes. La “maldición de Tucídides” sigue vigente como advertencia: el desafío no es detener el ascenso de una potencia emergente, sino evitar que la desconfianza mutua empuje a las grandes potencias hacia escenarios que nadie desea.
Fuentes
Matías Caubet, "La trampa de Tucídides en el siglo XXI". Instituto de Relaciones Internacionales.
* Malfred Gerig, "El retorno de la Trampa de Tucídides: la Gran Estrategia de Estados Unidos y China" . Revista Geopolítica(s).
* Enrique Vega Fernández, "La tesis de Tucídides" . Nuevatribuna.
* Alfred Jalife-Rahme, "La sinófoba Trampa de Tucídides" de Graham Allison. Réseau Voltaire.
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