Manual de desestabilización contra los gobiernos populares latinoamericanos

 

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El precio de querer cambiar las cosas

Cuando un gobierno latinoamericano decide redistribuir la riqueza, recuperar recursos naturales o desafiar los intereses de las élites, comienza a correr una cuenta regresiva. En pocas semanas o meses, los precios suben sin explicación, el dólar paralelo se dispara, los medios anuncian el “colapso”, la justicia reacciona con causas exprés y las embajadas del norte observan con atención.

No es azar. Es un método.

En los últimos setenta años, América Latina ha visto caer presidentes por golpes militares, destituciones parlamentarias o crisis inducidas. Lo que cambió no fue el objetivo —restaurar el poder de las minorías privilegiadas— sino la forma: ya no hacen falta tanques, basta una combinación de titulares, jueces, mercados y redes sociales.

Así funciona el Manual contemporáneo de desestabilización de los gobiernos populares.

 

La desestabilización económica: fabricar la crisis

Inflación inducida y desabastecimiento

El primer paso siempre es económico. Las grandes corporaciones formadoras de precios, muchas de ellas transnacionales, aumentan los valores de alimentos, combustibles y medicamentos sin justificación real. El objetivo es simple: generar malestar social y erosionar la confianza en el gobierno.

En Chile, 1972, el gobierno de Salvador Allende enfrentó una ola de desabastecimiento planificada. Los camiones no circulaban, los alimentos desaparecían, y la prensa culpaba al “caos socialista”. Lo mismo, medio siglo después, ocurrió en Venezuela, donde empresas vinculadas al sector importador retuvieron productos básicos para amplificar la escasez.

En la Argentina reciente, el patrón se repite. Cada vez que un gobierno busca regular precios o fortalecer el mercado interno, los formadores de precios liberan aumentos simultáneos, y los medios repiten la palabra “inflación” hasta el cansancio.

 

El dólar como arma política

En paralelo, aparece otro fenómeno: la manipulación del dólar ilegal o paralelo. No es un indicador económico real, pero sí una herramienta psicológica poderosa. Cuando el dólar “blue” sube, la sensación de crisis se multiplica.

Durante 2023 y 2024, los grandes medios argentinos instalaron el valor del dólar paralelo como si fuera el verdadero, generando miedo e incertidumbre. En Brasil (2015), antes del golpe institucional contra Dilma Rousseff, hubo movimientos similares: fuga de capitales, aumento del dólar y caída de la bolsa.

 

Desestabilización financiera: crear pánico desde los mercados

Corridas y calificadoras

La presión no solo viene del mercado interno. Los fondos de inversión, los bancos y las calificadoras de riesgo juegan un papel central. Un informe negativo, una corrida cambiaria o la venta masiva de bonos puede desatar un terremoto financiero.

En 2018, Argentina fue arrastrada nuevamente al Fondo Monetario Internacional tras una corrida que vació las reservas. En Brasil, la “crisis de confianza” promovida por los grandes bancos precedió la destitución de Dilma Rousseff.

 

Fuga y chantaje

A veces, la amenaza es más directa: los capitales especulativos retiran dinero del país o dejan de financiar proyectos hasta que el gobierno adopte medidas “más amigables” con el mercado. El mensaje es claro: si no obedeces, te dejo sin divisas.

 

Desestabilización social: convertir el malestar en caos

Paros, cortes y protestas inducidas

Cuando el clima económico se vuelve tenso, llegan las calles. No siempre de manera espontánea. Existen movilizaciones organizadas o financiadas por sectores empresariales y políticos que buscan mostrar “ingobernabilidad”. Los cortes de ruta se multiplican y son llevados a cabo por, apenas, una decena de jóvenes.

En Bolivia (2019), las protestas cívicas tras las elecciones fueron impulsadas por empresarios del oriente boliviano y amplificadas por medios internacionales. El resultado fue un golpe de Estado. En Ecuador (2010), una protesta policial degeneró en un intento de secuestro del presidente Correa.

En contextos más recientes, Colombia y Chile (2021-2022) también vivieron protestas intensas, algunas legítimas, otras manipuladas por intereses que pretendían debilitar a gobiernos reformistas.

 

Violencia focalizada y redes sociales

La novedad es la combinación con el mundo digital: redes sociales y noticias falsas potencian cualquier incidente. Una foto fuera de contexto o un video manipulado se vuelve viral en minutos. Así se instala la idea de que el país “arde”, aunque la realidad sea distinta.

 

Desestabilización mediática: el relato único del caos

Noticias falsas y silencio selectivo

La maquinaria mediática cumple un rol central. Se trata de crear un clima emocional permanente de malestar. Las malas noticias se repiten en cadena; los logros de gestión, simplemente, se ignoran.

Durante los últimos años, la concentración mediática se consolidó como un poder político sin votos. En Argentina, los conglomerados de comunicación marcaron la agenda económica y judicial. En Brasil, el grupo O Globo fue el principal promotor del impeachment contra Rousseff.

 

La fábrica de percepciones

Los medios dominantes actúan en coordinación con redes sociales, encuestadoras y columnistas. No informan: orientan el humor social. Palabras como “corrupción”, “inseguridad” o “default” se repiten hasta volverse reflejos condicionados.

A nivel internacional, diarios como El País, The Washington Post o BBC Mundo reproducen sin contraste las versiones de las elites locales. Así, el cerco mediático se vuelve global: el gobierno popular queda aislado y deslegitimado en el plano simbólico.

 

Desestabilización judicial: el lawfare como nuevo golpe de Estado

La política desplazada a los tribunales

Cuando la manipulación mediática no alcanza, entra en escena la justicia. El llamado lawfare (guerra judicial) es la herramienta más eficaz para destruir liderazgos populares sin necesidad de tanques ni militares.

El mecanismo es conocido:

1. Un medio lanza una denuncia o rumor.

2. Un juez amigo abre una causa “por las dudas”.

3. Se filtra información incompleta.

4. Se instala la condena social antes del juicio.


Casos emblemáticos

 

* Brasil (2018): Lula da Silva fue encarcelado por una causa basada en testimonios sin pruebas materiales. El propio Tribunal Supremo anuló luego la condena, pero el daño electoral ya estaba hecho.

* Argentina: Cristina Fernández de Kirchner enfrentó múltiples causas iniciadas por notas periodísticas. Ninguna concluyó con sentencia firme, pero el objetivo político se cumplió: erosionar su figura.

* Ecuador: Rafael Correa fue condenado en ausencia y proscripto. Solo después se reveló la manipulación judicial que facilitó el ascenso del banquero Guillermo Lasso.

El lawfare es la versión jurídica del golpe de Estado: reemplaza la fuerza militar por la fuerza mediático-judicial.

 

Desestabilización internacional: el cerco desde afuera

La presión del norte y los organismos financieros

Ningún proceso de desestabilización estaría completo sin el aval —explícito o tácito— de las potencias del norte. Estados Unidos, a través de su red diplomática, militar y mediática, coordina y financia operaciones políticas en el continente.

El bloqueo a Cuba, las sanciones a Venezuela y Nicaragua, y las condiciones del FMI a Argentina son ejemplos contemporáneos de coerción externa. La receta siempre es la misma: “reformas estructurales”, “ajuste fiscal”, “apertura a los mercados”.


La narrativa internacional

Mientras tanto, los medios globales reproducen un discurso paternalista: los gobiernos populares serían “autoritarios”, “populistas” o “ineficientes”. Esa retórica, sostenida por fundaciones y think tanks occidentales, busca justificar sanciones, bloqueos o intervenciones políticas.

 

La coordinación del sistema: el manual invisible

Nada de esto funciona de forma aislada. Cada mecanismo refuerza al otro. La inflación mediática prepara el terreno para la judicialización; la crisis cambiaria legitima el discurso de “incapacidad de gestión”; las protestas amplificadas justifican el “pedido de orden”.

Así, El Manual de Desestabilización actúa como una partitura: cada actor toca su parte en el momento preciso. Y detrás del ruido, el resultado es siempre el mismo:

* debilitamiento del gobierno popular,

* restauración del poder económico concentrado,

* y desmoralización de los sectores populares.

 

Ejemplos recientes: los nuevos blancos

En Brasil, Lula volvió al poder en 2023 enfrentando una guerra mediática y judicial que no cesa.

En Colombia, Gustavo Petro denuncia la acción combinada de prensa, justicia y grupos financieros para bloquear sus reformas.

En Chile, Gabriel Boric lidia con la ofensiva mediática y empresarial tras su intento de nueva Constitución.

En Argentina, el actual panorama político muestra cómo el poder económico puede convivir con la desindustrialización y el control mediático absoluto.

En todos los casos, el objetivo es el mismo: disciplinar a los pueblos que se atreven a elegir proyectos soberanos.

 

Conclusión: la defensa de la soberanía

La desestabilización de los gobiernos populares no es una serie de casualidades, sino una estrategia estructural de poder. Cambian los nombres, las fechas y las banderas, pero la lógica se mantiene: impedir que América Latina construya un camino propio.

La respuesta no puede ser individual. Debe ser regional.

Se necesita una integración real —económica, comunicacional y judicial— que proteja a los pueblos de estas operaciones coordinadas.

También urge construir una comunicación soberana, capaz de romper el cerco mediático y devolver a los ciudadanos una mirada crítica y propia.

Porque mientras los poderosos escriben sus manuales de desestabilización, los pueblos latinoamericanos siguen escribiendo otro libro:

el de su resistencia, su memoria y su derecho a decidir su destino.

 

Fuentes

  • Página/12 – Dossier sobre lawfare y persecución judicial en América Latina.
  • CELAG – Informes sobre economía política y desestabilización regional.
  • Nodal – Noticias de América Latina y el Caribe con perspectiva regional.
  • Telesur – Archivo documental sobre golpes blandos, Venezuela, Bolivia y Brasil.
  • El País (España) – Cobertura histórica de los casos Lula, Dilma y golpes institucionales.
  • La Jornada (México) – Artículos sobre injerencia de EE.UU. y crisis inducidas.
  • BBC Mundo – Informes sobre los golpes de Estado en Bolivia (2019) y Honduras (2009).
  • RTVE – Documentales sobre la caída de Allende y la Operación Cóndor.
  • Informe de la Comisión de la Verdad de Brasil – Capítulos dedicados al rol de la prensa y el poder económico.
  • Libro: “Golpes blandos: nuevos métodos para viejos fines”, de Atilio Boron. Ediciones Luxemburg.
  • Libro: “El lawfare en América Latina”, compilado por Raúl Zaffaroni. Siglo XXI Editores.
  • Libro: “La doctrina del shock”, de Naomi Klein (edición en español). Paidós.
  • Libro: “Operación Cóndor: 40 años después”, de Stella Calloni. Editorial Nuestra América.
  • Informe de la CEPAL sobre concentración mediática y democracia en la región.
  • CLACSO – Estudios sobre golpes parlamentarios y guerra judicial.
  • Biblioteca Digital de la UNAM – Documentos sobre la caída de Allende y la crisis del 73.

 

 


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