Operación “Lanza del Sur”: geopolítica, contradicciones y riesgos para Sudamérica


Imagen creada con IA



El reciente anuncio del Departamento de Defensa de Estados Unidos sobre la llamada Operación Lanza del Sur cayó en la región como un rayo en cielo apenas nublado. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, dio a entender que Washington intensificará sus operaciones militares y de vigilancia en América del Sur para combatir el narcotráfico, especialmente en el Caribe y en zonas que involucran rutas marítimas de países como Colombia, Venezuela y, potencialmente, Brasil. Sobre el papel, es una operación antinarcóticos. En los hechos, parece otra cosa.

La noticia no llega en un vacío. Sudamérica atraviesa un momento geopolítico delicado, con tensiones internas, cambios de gobierno, disputas territoriales, realineamientos internacionales y una creciente presencia estadounidense y china en la región. En ese contexto, cualquier movimiento militar de Washington genera sospechas históricas. Y con razón. Cuando un país con el historial intervencionista de Estados Unidos anuncia que va a “reforzar la seguridad regional”, es inevitable que los oídos latinoamericanos se afinen: pocas veces esos refuerzos trajeron estabilidad; casi siempre trajeron otra cosa.

Pero lo más desconcertante es lo que subyace al anuncio: una aparente contradicción entre el problema que Washington dice querer enfrentar y los lugares donde decide actuar. El principal flagelo de drogas que hoy mata a más estadounidenses —por una diferencia abismal— es el fentanilo. Y ese opioide sintético no se produce en Sudamérica. Su cadena de producción está en México, con precursores químicos provenientes de China. Entonces, ¿por qué una nueva operación militar en el sur del continente? ¿Por qué ahora? ¿Y por qué con este nivel de despliegue retórico y operativo?

Las respuestas no están en los comunicados de la Casa Blanca, sino en el tablero geopolítico. Y en ese tablero, Venezuela, Colombia, Brasil y la configuración interna de ciertos liderazgos regionales ocupan un lugar central.



La disonancia entre discurso y realidad: el narcotráfico como pretexto

Estados Unidos arrastra un largo historial en el que las campañas antidroga son, en realidad, plataformas para otros objetivos. Sucedió en Colombia durante décadas, con el Plan Colombia convertido en un dispositivo de control territorial y político. Pasó en México con la Iniciativa Mérida. Ocurrió también en Centroamérica. Y casi siempre, los operativos se ampliaron hacia actividades que excedían el narcotráfico y terminaban involucrándose directamente en la política interna de los países anfitriones.

Pero hoy el problema es aún más evidente. La crisis de opioides en Estados Unidos no tiene su centro en la cocaína sudamericana. Ni cerca. El fentanilo es barato, fácil de transportar, requiere menos estructura criminal y genera dependencia fulminante en semanas. El epicentro está en México, no en el Amazonas ni en el Caribe.

Esa divergencia es el corazón de las sospechas. Si el enemigo que amenaza la salud pública estadounidense está al norte de México, ¿qué hace Washington enviando barcos, vuelos de vigilancia y personal militar a las costas de Venezuela o a las rutas entre Colombia y las Antillas? ¿Por qué encuadrar una operación con un nombre marcial como “Lanza del Sur” para combatir algo que, estadísticamente, no viene del sur?

La respuesta más plausible es que el narcotráfico es un argumento conveniente. Una puerta de entrada aceptable para legitimar presencias militares en zonas donde hay otros intereses: presionar a gobiernos no alineados, vigilar movimientos internos, tensar alianzas regionales o reposicionarse ante el avance chino en infraestructura, energía y telecomunicaciones.



El conflicto latente con Venezuela

El caso de Venezuela es central en todo este entramado. Estados Unidos no esconde su incomodidad con el gobierno de Nicolás Maduro. Desde hace años, el país caribeño es objeto de sanciones económicas, plazos, advertencias y episodios incluso grotescos, como la fallida Operación Gedeón. El marco diplomático se ha tensado y destensado, dependiendo del precio del petróleo o de la necesidad de energía para Europa. Pero la tensión de fondo nunca desapareció.

A esto se suma un factor reciente: la narrativa de la oposición venezolana en el exterior, en particular la de María Corina Machado, quien ha pedido públicamente que la comunidad internacional “no deje solos a los venezolanos” y ha alentado una presión externa más firme. No pide abiertamente una invasión —sería políticamente impracticable—, pero sí sostiene la idea de que el régimen está “acorralado” y que la única salida es la intervención internacional coordinada.

Ese clima discursivo facilita y legitima movimientos de Washington. Cuando voces opositoras de peso promueven públicamente una acción externa más dura, las autoridades estadounidenses pueden argumentar que solo están respondiendo a un llamado democrático. Es un juego peligroso, pero recurrente: ya vimos fórmulas similares en Libia, Irak, Siria e incluso Bolivia en 2019, aunque con otros matices.

La Operación Lanza del Sur se inscribe en la misma lógica. No se anuncia contra Venezuela, pero ocurre donde Venezuela está geográficamente. No se declara como un cerco, pero opera como uno. No se define como una acción política, pero tiene efectos políticos inevitables.



Colombia: un aliado crítico y molesto

Colombia siempre ha sido el principal aliado de Estados Unidos en la región. Pero hoy la situación está más compleja. El gobierno de Gustavo Petro ha tomado distancia del enfoque estadounidense sobre drogas y ha sido abiertamente crítico de los operativos militares de Washington en el Caribe.

Hace poco, un incidente disparó aún más la tensión: embarcaciones colombianas fueron atacadas por fuerzas estadounidenses bajo el argumento de combatir narcotráfico. El propio gobierno colombiano calificó el hecho como un “asesinato” injustificable. Fue un golpe diplomático difícil de digerir y un recordatorio de que las operaciones estadounidenses pueden —y suelen— generar daños colaterales que complican relaciones bilaterales.

Esto es crucial. Para que una operación militar en la región tenga legitimidad, Estados Unidos necesita aliados firmes. Colombia, que históricamente cumplió ese rol, ya no actúa como socio automático. Y esa pérdida de apoyo vuelve la situación más volátil: sin consenso regional, cualquier acción estadounidense se ve doblemente sospechosa.



Brasil y el factor bolsonarista

En Brasil, la cuestión adquiere un matiz muy particular. El gobernador de Río de Janeiro, Claudio Castro, viene impulsando políticas de seguridad extremadamente agresivas, alineadas con el discurso bolsonarista. En medio de esa escalada, Flávio Bolsonaro, hijo del expresidente Jair Bolsonaro, llegó a sugerir que Estados Unidos bombardee embarcaciones sospechosas en la bahía de Río.

La sola idea de que un político brasileño pida ataques militares extranjeros en territorio nacional es un síntoma alarmante del clima político. Ese tipo de propuestas abren la puerta para que Estados Unidos diga que “sectores locales” solicitan asistencia militar. Es el mismo mecanismo por el cual, en el pasado, se justificaron intervenciones en Centroamérica o en el Caribe: un actor interno pide ayuda y Washington responde como si estuviera cumpliendo un mandato democrático.

En Brasil, además, el gobierno de Lula no avala ninguna intervención extranjera. Pero el ala bolsonarista trabaja para agitar el fantasma del caos y presentar la injerencia externa como solución. Si esa narrativa crece, puede facilitar escenarios regionales mucho más peligrosos.



La región como tablero de disputa geopolítica

Más allá de los detonantes inmediatos, lo que parece estar en juego es algo más profundo: el reposicionamiento de Estados Unidos en América Latina ante el avance económico y diplomático de China. En la última década, Pekín se convirtió en el principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Argentina. Invierte en energía, infraestructura portuaria, telecomunicaciones y minería estratégica.

Estados Unidos, viendo cómo pierde terreno económico, refuerza su poder en el terreno donde aún tiene superioridad indiscutida: el militar. No compite con China construyendo carreteras o invirtiendo en litio; compite instalando radares, bases logísticas, operaciones navales o ejercicios conjuntos.

La Operación Lanza del Sur podría interpretarse como parte de ese movimiento más amplio. Un mensaje de fuerza para reafirmar autoridad en un vecindario donde ya no es la única potencia influyente.

No es casual que los países más observados por Washington sean aquellos en los que China ha tenido mayor presencia: Venezuela con su industria petrolera, Brasil con proyectos de infraestructura, Argentina con minería y comunicaciones, Colombia con puertos estratégicos.

Lo que Estados Unidos no puede disputar económicamente, lo equilibra con presión militar.



Los riesgos concretos para Sudamérica

Cada vez que Estados Unidos incrementa su presencia militar en la región, se activan los mismos riesgos. Pero esta vez, la combinación de factores los hace más graves:

1. Riesgo de incidentes armados.
Operaciones navales y aéreas en zonas de tráfico comercial y pesquero son recetas para conflictos involuntarios. Ya hubo ataques erróneos. Pueden repetirse.

2. Riesgo de que la operación se expanda.
Lo que empieza como vigilancia marítima puede transformarse en asistencia terrestre, bases temporales, entrenamiento militar e incluso operaciones cruzadas de frontera.

3. Riesgo de politización interna.
En países polarizados —Brasil, Venezuela, Colombia— cualquier acción estadounidense puede inflamar conflictos internos y ser usada por facciones para legitimar sus narrativas.

4. Riesgo diplomático.
Sudamérica no tiene una postura común frente a Estados Unidos. Esa falta de coordinación permite que Washington opere país por país, dividiendo y presionando.

5. Riesgo histórico
América Latina ya vivió demasiadas veces las consecuencias del intervencionismo disfrazado de ayuda: dictaduras, golpes, conflictos internos y pérdida de soberanía.



Conclusión: entre la lucha contra la droga y la sombra de la intervención

La Operación Lanza del Sur no debe analizarse únicamente como una iniciativa antinarcóticos. En su diseño, su narrativa y su despliegue, responde a una compleja mezcla de intereses: presión sobre Venezuela, tensiones con Colombia, influencia de sectores bolsonaristas en Brasil, disputa geopolítica con China y búsqueda de reposicionamiento militar en la región.

El problema no es combatir el narcotráfico. El problema es que el argumento parece apenas una excusa. La amenaza real que enfrenta Estados Unidos —el fentanilo— no proviene de Sudamérica. Entonces, ¿qué combate realmente la “lanza” del sur?

Lo que está en juego es la soberanía regional. La historia enseña que cuando Washington opera militarmente en América Latina, no sale barato. No sale rápido. Y casi nunca sale bien. Por eso es clave observar con cautela cada paso, cada ampliación operativa y cada justificación discursiva.

Sudamérica, fragmentada políticamente y sin un mecanismo común de defensa o diplomacia, está en un momento de vulnerabilidad. Y las coyunturas de vulnerabilidad son las que Estados Unidos suele aprovechar.

La única manera de evitar una nueva ola de intervenciones es que los gobiernos de la región —independientemente de su color político— hagan lo que siempre debieron hacer: coordinarse, proteger su soberanía y no permitir que la seguridad interna sea definida desde afuera.

Porque si la historia sirve de algo, es para recordar que cuando las potencias lanzan sus operaciones “en nombre de la libertad”, América Latina suele terminar pagando el precio.




Fuentes

Actualidad RT – Declaraciones del secretario de Defensa de EEUU y anuncio de la Operación Lanza del Sur

El Espectador (Colombia) – Reacción del gobierno colombiano a los ataques contra embarcaciones

El País (España) – Análisis sobre tensiones entre EEUU y Venezuela

BBC Mundo – Contexto del conflicto en el Caribe y la política antidrogas de Washington

La Jornada (México) – Datos sobre el fentanilo y su origen en México y China

Telesur – Posturas de actores políticos venezolanos sobre la presión internacional

Infobae – Declaraciones de Flávio Bolsonaro pidiendo acciones militares contra el crimen organizado en Brasil


Comentarios