Ruta migratoria del Tapón del Darién: crisis humanitaria en la selva que conecta Sudamérica con Centroamérica

 

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El Tapón del Darién es una franja selvática de unos 160 kilómetros que separa el norte de Colombia del sur de Panamá. Es uno de los territorios más inhóspitos y peligrosos del continente americano, y a la vez, se ha convertido en los últimos años en una ruta de paso masivo de migrantes que intentan llegar desde Sudamérica hacia Estados Unidos.

 

¿Qué es el Tapón del Darién?

Geográficamente, el Tapón del Darién es la única interrupción de la Carretera Panamericana, la vía que une de manera continua Alaska con la Patagonia. Se trata de una región de selva tropical densa, con pantanos, ríos caudalosos y montañas abruptas, con una biodiversidad extraordinaria, pero también con un clima hostil y sin caminos transitables.

Durante décadas, fue una frontera natural que frenaba el paso terrestre entre Sudamérica y Centroamérica. Sin embargo, desde hace aproximadamente una década —y especialmente desde 2020— se ha transformado en una de las rutas migratorias más transitadas y peligrosas del mundo.

 

De frontera natural a corredor migratorio

El flujo migratorio por el Darién comenzó a crecer cuando países como México, Panamá y Estados Unidos endurecieron sus controles fronterizos y se redujeron las opciones legales de migración. Además, la crisis económica y política de Venezuela, la inestabilidad en Haití, los conflictos en África y la pobreza en países de Asia empujaron a miles de personas a buscar el “sueño americano” por cualquier medio.

Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Servicio Nacional de Migración de Panamá, solo en 2023 cruzaron el Darién más de 500.000 personas, una cifra récord. En 2024, la tendencia continuó, con promedios diarios de más de 1.000 migrantes atravesando la selva.

Los grupos más numerosos provienen de Venezuela, Haití, Ecuador, Colombia y países africanos (como Senegal o Camerún), además de un creciente número de asiáticos (especialmente de Bangladesh y China).

 

Las condiciones del cruce

Atravesar el Tapón del Darién implica caminar entre cinco y diez días por la selva, enfrentando peligros naturales y humanos. No hay caminos ni señal telefónica. La humedad es extrema, los insectos y serpientes abundan, y los migrantes deben cruzar ríos crecidos que arrastran personas cada semana.

A esto se suma la presencia de grupos armados y redes de tráfico humano, principalmente disidencias de las FARC, bandas criminales colombianas (como el Clan del Golfo) y traficantes locales. Cobran por “guiar” a los migrantes y muchas veces los extorsionan, asaltan o agreden sexualmente. 

Diversos informes de organismos humanitarios han documentado violaciones, desapariciones, muertes por ahogamiento o agotamiento, y cientos de niños que cruzan sin compañía o nacen en la selva durante el trayecto.

 

El papel de Panamá y Colombia

Panamá ha instalado centros de recepción temporal en las localidades de Bajo Chiquito y Lajas Blancas, donde los migrantes reciben algo de comida, atención médica y transporte hacia el norte del país. Sin embargo, el Estado panameño no puede absorber el flujo masivo, y ha solicitado ayuda internacional.

Colombia, por su parte, enfrenta un dilema: el Darién está en una zona selvática y poco controlada por el Estado. Los migrantes llegan principalmente desde Necoclí y Turbo, en la costa del Caribe, donde pagan a traficantes para cruzar en lancha hasta la frontera panameña. El gobierno colombiano ha intentado frenar las salidas sin éxito, alegando que la responsabilidad recae en el tránsito internacional.

 

Estados Unidos y la política regional

El aumento del flujo migratorio a través del Darién ha puesto presión sobre Estados Unidos, destino final de la mayoría. Washington ha pedido a los gobiernos latinoamericanos que frenen el paso y ha ofrecido fondos para “contener” la migración en el sur, además de impulsar campañas que advierten sobre los riesgos del cruce.

Sin embargo, los migrantes siguen llegando, en parte porque muchos no huyen por elección sino por necesidad: crisis humanitarias, persecuciones políticas, hambre o falta de oportunidades.

 

Un problema humanitario y geopolítico

El Tapón del Darién se ha convertido en símbolo del drama migratorio del siglo XXI: una frontera natural convertida en cementerio. Las imágenes de niños en brazos de sus padres cruzando ríos, o de mujeres embarazadas desmayadas en el barro, han dado la vuelta al mundo.

Pero también es un tema geopolítico:

Colombia y Panamá discuten quién debe asumir la responsabilidad.

Estados Unidos presiona para reducir el flujo.

México endurece sus fronteras.

Sudamérica vive una crisis de desplazados internos sin precedentes.

Al mismo tiempo, el negocio del tráfico humano en la región genera millones de dólares al año, alimentando estructuras criminales.

 

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Mirando hacia el futuro

Los intentos de cerrar el Tapón del Darién son inviables: el terreno y la extensión lo hacen casi imposible. Las soluciones pasan por una coordinación regional y programas de atención humanitaria que ofrezcan alternativas seguras, y por atacar las causas estructurales: pobreza, violencia y falta de oportunidades en los países de origen.

Mientras eso no ocurra, la selva del Darién seguirá siendo el paso obligado de quienes buscan sobrevivir, una puerta entre el sur y el norte del continente marcada por el sufrimiento humano y la indiferencia política.


Fuentes

* “Crossing the Darién Gap: Migrants Risk Death on the Journey to the U.S.”, Council on Foreign Relations. 

* “How the Treacherous Darien Gap Became a Migration Crossroads of the Americas”, Human Rights Watch. 

* “The Darien Gap migration crisis in six graphs, and one map”, The New Humanitarian. 

* “There’s an environmental crisis left from migrants in the Darien Gap”, Associated Press. 


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